Pentecostés, Pascua y Epifanía
Como fiestas anuales, las primeras fueron Pascua y Pentecostés, ambas a imitación de los judíos. La Pascua fue la conmemoración del hecho fundamental de la Redención, la muerte y resurrección de Cristo. Pentecostés recordaba la venida del Espíritu Santo y principio de la Iglesia propiamente tal.
La tercera fiesta que se introdujo fue la de la Epifanía, o manifestación del Señor a los gentiles. A estas se fueron juntando poco a poco las conmemoraciones de los principales misterios de la vida de cristo, de la muerte de algunos mártires más insignes, de los Apóstoles y de la Santísima Virgen.
Lugares del culto
Los cristianos de Jerusalén acudían al Templo a orar pero para sus funciones litúrgicas se sirvieron de otros locales. Estos fueron, en un principio, como el Cenáculo, salas de casas particulares. Poco a poco se construyeron locales especiales, que fueron las primeras iglesias. De ellas hay noticias ya en el siglo III.
A este propósito, son dignas de estudio las catacumbas, que se conservan principalmente en Ro-ma. Eran locales subterráneos, usados como cementerios de los cristianos. Junto a los sepulcros de los Papas o de algunos mártires ilustres se construyeron criptas o capillas, que servían a los cristianos para celebrar los aniversarios
de los difuntos u otras reuniones. En las catacumbas se han descubierto muchos monumentos de la epigrafía y del arte antiguo que nos dan a conocer la vida primitiva cristiana.
Costumbres y moral cristiana
Las costumbres y moral cristianas alcanzaron un nivel elevadísimo en este período. Sólo así se explica el entusiasmo de tantos mártires que no vacilaban en derramar su sangre en defensa de su fe.
Por lo demás, la vida exterior de los cristianos apenas se diferenciaba de la de sus conciudadanos. Lo que los distinguía era el espíritu interior, las virtudes cristianas que practicaban. Por esto pudo escribir Diognetes, hablando en su Apología de la vida de los cristianos: “Viven en carne, mas no conforme a la carne. Viven en la tierra, pero su morada la tienen en el Cielo. Obedecen a las leyes establecidas, mas con su género de vida están por encima de ellas.”
Es verdad que hubo deficiencias, como lo prueban las muchas rebeldías, errores y herejías que surgieron en el seno de la Iglesia; es verdad que hubo también cristianos débiles, sobre todo, en las persecuciones de Decio y Diocleciano; pero, en conjunto, podemos afirmar que la vida moral y social cristiana, al alborear el periodo de su libertad, el año 313, estaban en un verdadero apogeo.
Triunfo y avance del cristianismo
El segundo periodo de la Edad Antigua se distingue por el triunfo y avance rápido del Cristianismo. De religión proscrita y perseguida a muerte, se convierte en religión oficial del Estado, que domina sus leyes y penetra en la vida pública. Sólo así pudo sostener la nueva prueba a que la sometió la Providencia con la invasión de los pueblos llamados bárbaros, que asolaron a Europa y destruyeron el Imperio occidental. Estos pueblos invasores entran poco a poco en el Cristianismo y se convierten luego en grandes pueblos cristianos. Así, pues, este periodo se abre con Constantino, y después de un siglo de triunfo, atraviesa la crisis de las invasiones, para volver luego a manifestar la fuerza del Cristianismo en los siglos VI y VII. Su manifestación más significativa son los escritores insignes, los Santos Padres, los grandes concilios y las grandes discusiones doctrinales, hasta el último de los concilios cristológicos del año 680-681.
Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.J.