Cuando, el 13 de Junio de 1231, fallece en Arcella, cuando, muy enfermo, era trasladado desde Camposampiero a Padua, Antonio tenía 36 años, un joven en plena madurez, enteramente dedicado a la predicación y al apostolado. Muchos podrán pensar que como Dios le había dotado de unas magníficas cualidades, ¡así cualquiera!
Ciertamente las cualidades son un medio, que nos da Dios, para poder desarrollar nuestras actividades humanas con mayor eficacia, pero, siempre que las utilicemos correctamente, poniéndolas al servicio de Dios, de la Iglesia y de nuestros semejante.
Humildad y discreción
No es fácil situarse en el mundo portugués en la época de Fernando, pero sus biógrafos nos dicen que vivía en el seno de una familia católica, que practicaba la religión y trataba de mantener, en su casa, unas costumbres y una vida coherente con su forma de pensar católica. Con esta información, ya podemos realizar un primer análisis sobre la actualidad de la forma de actuar de San Antonio, en su juventud.
También nos cuentan sus biógrafos que Fernando abandonó a sus amistades de joven, me atrevería a decir de niño, porque comprobó que sus juegos le podían alejar de Dios. Hay que tener carácter y ponerlo en práctica para tomar una decisión así, sin complejos sobre el qué dirán otros de tu forma de actuar. El “qué dirán” siempre ha sido un “enemigo” de las personas pendientes de lo que los demás puedan decir o pensar de ellas.
Ya hemos visto que Fernando no estaba exento de sufrir tentaciones contra la pureza; la cruz grabada en la pared de las escalinatas de la torre de la Catedral de Lisboa son una prueba fehaciente de ello.
Una formación adecuada
Consciente de todas las circunstancias que rodeaban su vida, en el seno de una familia aristocrática y bien situada, animado por su afán de fidelidad y entrega a Dios, Fernando, el año 1210, con 15 años, comprendió que su camino, el que Dios le marcaba, pasaba por apartarse del mundo y entrar en el Monasterios de San Vicente de Fora, de los Canónigos regulares de San Agustín. Para ello también tuvo que vencer una cierta resistencia familiar, que veía en él un futuro mejor en medio de la Sociedad. En el monasterio se dedicó con entusiasmo, aprovechando las cualidades de que Dios le había dotado, al estudio de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia.
Pero el demonio que nunca ceja en su empeño por alejar a las personas de Dios, también le molestaba en su vida conventual; por un lado su familia que acudía con frecuencia a visitarle y por otro lado la proximidad de las actividades de una ciudad como Lisboa le distraían en sus estudios. Por ello Fernando solicita, en 1212, trasladarse al Monasterio de la Santa Cruz, también de los Canónigos Regulares, en Coimbra.
De esta manera, poco a poco, Dios iba enfocando su vida; el martirio de los frailes menores en Marruecos, su entrada en los Frailes Menores (pasa a llamarse Antonio), su entusiasmo por convertir a los moros a la Religión Católica, sufriendo si fuera el caso el martirio, enfermedades, necesidad de regresar a Portugal, tormenta en altamar, de la que está claro que sólo Dios pudo salvarles la vida, desembarco en Sicilia, descubrimiento, por San Francisco de Asís, de su formación teológica y conocimiento de las Sagradas Escrituras, etc. etc.
¡Qué rápido se desarrolla una vida en unas pocas líneas!, pero cuanto sufrimiento superado por amor a Dios, ¡cuánta entrega a Dios!
Vale la pena conocer más y mejor a este gran santo, Doctor de la Iglesia, al que Dios llamó a la gloria del Cielo en un 13 de Junio, hace 783 años
Comité de Redacción