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Funestos presagios

Funestos presagios

El Sumo Sacerdote Onias advirtió a Heliodoro que aquellas riquezas y tesoros habían sido confiados al Templo, para que se distribuyeran a viudad, huérfanos y pobres. Sordo a estas palabras, Heliodoro entró a la fuerza en el templo para apoderarse de todo. Horrorizados los ciudadanos de Jerusalén, invocaron el socorro del Cielo. Y el Señor acudió en su ayuda realizando un admirable prodigio.

Mientras Heliodoro y los suyos trabajaban para romper las puertas del tesoro, les hirió la ira divina y cayeron todos aturdidos al suelo. En el mismo momento ap

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Moneda de Antíoco IV.
La inscripción dice: "Antíoco, imagen de Dios, portador de la victoria"

areció un hombre a caballo, de espantosa presencia, ceñido con armas de oro, que se adelantó hacia Heliodoro; el caballo levantó las dos manos y las descargó fuertemente sobre él. Aparecieron dos jóvenes de sobrehumano semblante, que le azotaron de tal modo que le dejaron cubierto de heridas como muerto; en este estado le sacaron fuera del templo. Algunos criados de Heliodoro suplicaron a Onias que se dignara rogar al Altísimo por la vida de su señor. Onias ofreció un sacrificio al Señor, y, mientras oraba aparecieron aquellos mismos jóvenes que habían azotado a Heliodoro y le dieron: Agradéceselo al Pontífice Onias, pues él te ha concedido del Señor la vida. Y ahora anuncia en toda la tierra la grandeza y el poder de Dios.

Heliodoro dio sinceras gracias al Señor y a Onias y se volvió a su reino, publicando en todas partes las grandes obras verificadas por Dios y que él mismo había presenciado.

Funestos presagios

Por este tiempo se levantó contra los judíos una terrible persecución, precedida desde mucho tiempo de señales espantosas. Por espacio de cuarenta días se vieron en el aire, sobre Jerusalén grupos de guerreros a caballo, armados con lanzas y espadas, que se aproximaban a combatir unos contra otros. También aparecieron escuadrones de soldados con las armas en la mano, agitando los escudos y arrojando flechas. Estos prodigios infundieron gran espanto en el ánimo de los ciudadanos.

Persecución de Antíoco

Dio origen a esta persecución el siguiente episodio: Corrió entre los judíos la voz de que había muerto Antíoco, rey de Siria. Muchos de ellos dieron señales de gran alegría, al creerse ya libres de este opresor. Pero la voz era falsa, y Antíoco, lleno de cólera, marchó sobre Jerusalén con un poderoso ejército. Habiendo logrado apoderarse de la ciudad, ordenó a sus soldados que pasaran a cuchillo a cuantos ciudadanos cayesen en sus manos. En aquella carnicería murieron ochenta mil judíos y cuarenta mil fueron reducidos a la esclavitud. Subió en seguida al templo, robó y profanó los vasos sagrados, el altar, la mesa y los objetos más santos. No satisfecha aún su perfidia, promulgó un edicto mandado a los judíos que abandonasen la ley de Moisés y abrazasen el rito de los gentiles; hizo quemar los libros sagrados, levantó en toda judea altares a los falsos dioses, dedicó a Júpiter Olímpico el templo de Jerusalén e impuso pena de muerte a quien permaneciese fiel a la ley del verdadero Dios.

Algunos judíos, atemorizados por la atrocidad de los tormentos, tuvieron la debilidad de prevaricar; otros huyeron al desierto, pero la mayor parte permanecieron fieles y sufrieron cruelísimos tormentos, antes que hacer algún acto contrario a la divina ley.