Respecto a este héroe de la Judea se debe recordar que agradecido por el feliz éxito de todas sus empresas de la protección del Cielo, nunca se determinaba a hacer cosa alguna sin invocar antes el socorro divino y animar los solados a depositar su confianza en el Dios de los ejércitos. Todas las guerras que emprendía tenían por objeto la salvación común y el honor de la religión. Le horrorizaba la blasfemia.
El impío Nicanor, al marchar contra los judíos, extendió la mano y, blasfemando juró que arrasaría el templo del Señor. Sumamente acongojado Judas por esto, y encendido en santo celo, cayó sobre él con un pequeño número de los suyos, desbarató su ejército y cuando, entre los cadáveres de los enemigos, fue hallado el cuerpo de Nicanor, mandó que le cortasen la cabeza, hicieran pedazos su lengua y la dieran de pasto a las aves, y que la mano sacrílega se colgara cerca del templo, para infundir terror a todo el que se atreviese a ultrajar el nombre del Señor o las cosas que le han sido consagradas.
Judas estaba íntimamente convencido de la existencia del Purgatorio, que es el lugar adonde van las almas de los que mueren en gracia de Dios, pero que no han pagado aún las deudas contraídas con la divina justicia y a las cuales podemos socorrer con nuestras obras.
Dicen las escrituras que Judas Macabeo, animado por el santo y saludable pensamiento de que las almas de los difuntos pueden ser ayudadas y absueltas de las penas debidas por sus pecados, mediante la oración, hizo una recaudación de doce mil dracmas de plata que envió a Jerusalén, para que se ofrecieran sacrificios en sufragio de los que habían parecido en la batalla.
Gloriosa muerte
A fin de poner término al estado de continua incertidumbre en que se hallaban los judíos por la opresión y mala fe de los reyes de Siria, pidió la amistad de los romanos. Este pueblo, a quien ya había llegado la fama del héroe recibió con placer a los legados y contrajo con ellos la más estacha alianza. En igual tiempo envió un decreto a Demetrio, rey de Siria, prohibiendo que se molestase a los judíos.
Pero, mientras llevaba esta orden, Judas tuvo que trabar pelea contra Báquides, que había sido enviado nuevamente a combatirle. La muchedumbre de enemigos despertó tal pavor entre los judíos que, perdida la confianza en Dios, se dispersaron y dejaron solo a Judas con ochocientos hombres. Levantando entonces Judas los ojos al cielo, exclamó:
-Si ha llegado nuestra hora, vamos y muramos gloriosamente por nuestros hermanos.
Ambos ejércitos vinieron a las manos y el combate fue reñidísimo desde la mañana hasta la tarde. Viendo Judas que el ala derecho del ejército del enemigo Báquides era mejor dispuesta, marchó contra ella con los más valientes de los suyos para deshacerla, y lo consiguió; pero, envuelto a su vez por el ala izquierda del enemigo, la lucha se volvió aún más encarnizada, hasta que él mismo cayó sobre un montón de cadáveres, después de haberse batido heroicamente.
Así concluyó sus días Judas Macabeo, héroe verdaderamente grande por sus hazañas y por el fin que le movió. Vivió y murió peleando por su religión y por su patria. Fue llorado por todo el pueblo de Israel durante muchos días.
(Año del mundo 3843)
Historia Sagrada. San Juan Bosco