La Señora se quedó un poco triste. Al salir a la calle yo la llamé y la dije que yo se lo podía hacer, la mujer se puso contenta y me dijo que sí. Yo no la iba a cobrar nada. La mandé ir a mi casa, le corté la blusa y le indiqué cómo se montaba. Yo no conocía de nada a esta señora, pasados unos días, vino a mi casa, me dio las gracias y me regaló una carpeta para guarda papeles, no sabía cómo agradecérmelo, pasado el tiempo no supe nada de esta señora.
Me quedé muy satisfecha de saber que “se puede ayudar a los demás sin que te den nada a cambio”. M de M.B. Madrid.