El Beato Columba Marmion, abad benedictino irlandés del monasterio de Maredsous (Bélgica) advierte que “la ascesis de San Benito se reduce por entero a hacer al alma humilde y después a hacerla vivir bajo la obediencia, que es la extensión práctica de la humildad: tal es para ella el secreto de la unión con Dios” (Jesucristo, ideal del monje). Y es que San Benito, en el capítulo VII de su Regla de monjes, presenta una escala con doce grados para ir ascendiendo en esta virtud; además, en el capítulo V aborda el tema de la obediencia, que también toca de forma muy importante en el VII y en otros. Humildad y obediencia van de la mano en la espiritualidad monástica.
Dom Marmion también incide en que Santo Tomás de Aquino, en la Summa Theologiae, comenta el capítulo VII de a Regla de San Benito, pues constituye un verdadero tratado sobre la humildad, y se fundamenta en gran medida aquí para desarrollar la virtud de la humildad (S. Th., II-II, q. 161). El propio Santo Tomás recuerda que San Anselmo, abad benedictino y arzobispo de Caneterbury, había resumido la escala de San Benito en siete grados. Y a su vez, Santo Tomás resume los doce de San Benito y los siete de San Anselmo en tres escalones mayores, pero que a su vez se pueden subdividir, de tal forma que tanto los doce como los siete son correctos, aunque se agrupen más globalmente.
En el capítulo VII de la Regla de San Benito se detecta una clara influencia de JuanCasiano, si bien San Benito la enriquece mucho con un recurso constante a la Sagrada Escritura, de tal modo que es la Palabra de Dios la que dirige al monje en su ascensión. Además, el santo abad atribuye a Cristo, por obra del Espíritu Santo, los efectos transformantes de la caridad. La llamada de Dios invita al monje a subir la escala. Y estos grados tienen categoría de directrices de vida ascética.
Grados de la humildad
El primer grado es el temor de Dios, que es un elemento intrínseco y el fundamento de la humildad. En líneas generales, la escala va del temor de Dios al amor perfecto mediante el mismo temor de Dios (grado 1º), la obediencia (grados 2º-4º), el abajamiento (grados 5º-7º), la taciturnidad (grados 9º-11º) y el comportamiento exterior total, impregnado de verdadera y profunda humildad (grado 12º). Así, los siete primeros grados se refieren a la conducta interior del monje humilde, mientras que los cinco últimos tocan a su conducta exterior.
En un próximo número veremos estos doce grados comparados con los doce grados de soberbia que San Bernardo establece como opuestos.
También en el Oriente ortodoxo (pues Occidente y Oriente beben en realidad de las mismas fuentes esenciales para la vida monástica y participamos de una Tradición común de origen bíblico y patrístico y de los Padres del Desierto), la humildad y la obediencia son el fundamento de la vida monástica. Uno de los biógrafos de Paisio Velichkovski, importante impulsor de la espiritualidad monástica en el siglo XVIII y venerado como santo por los ortodoxos, dice que entendía que “de la verdadera obediencia nace la verdadera humildad, por la cual el monje puede hacer morir su voluntad propia”.
Santo Tomás de Aquino y la soberbia
El Aquinate define la soberbia como un pecado y “apetito desordenado de la propia excelencia” y señala que destruye la vida moral (S. Th., II-II, q. 162). Sostiene que se alimenta de un cuádruple engaño: atribuirse a sí mismo los bienes que posee; creer que los ha recibido en atención a sus propios méritos; jactarse de bienes que no posee; y desear aparecer como único posesor de los mismos. Recuerda que San Gregorio Magno hablaba de estas cuatro especies de soberbia. “La soberbia se opone a la humildad, que busca directamente la sumisión del hombre a Dios; y se opone tratando de suprimir esa sujeción, en cuanto que se eleva sobre las propias fuerzas y sobre la línea señalada por la ley de Dios” (S. Th., II-II, q. 162, resp.). Dice que, conforme a la Escritura y a la razón, es el primero de todos los pecados.