La Iglesia de los mozárabes
Dominada casi toda la Península por los musulmanes desde el año 711, los cristianos que vivían bajo su dominio recibieron el nombre de mozárabes. Los musulmanes siguieron en un principio el sistema de dejarles practicar libremente su religión. Por esto, los mozárabes conservaron sus obispos y sus iglesias, y durante algún tiempo se desarrolló entre ellos una vida cristiana relativamente próspera. Así sucedió, por ejemplo, en Córdoba, Sevilla, Granada y otras ciudades.
Principio de la persecución
Al sentirse los árabes más fuertes, desde 755 comenzó a cambiar la situación. Abderramán I (756-788) y Alhaquen I (796-822), que iniciaron la grandeza del Estado árabe español, dieron ya muestras de intolerancia. Pero el que comenzó la persecución fue Abderramán II (822-852).
Persecución violenta
La persecución violenta estalló el año 850 y duró pocos años, pero fue muy intensa. San Eulogio, uno de sus héroes, dejó los datos principales. Dos tipos de mártires se presentan, ambos característicos de esta persecución. Unos, como el presbítero Perfecto y el mercader Juan, que, siendo preguntados sobre su opinión acerca de Mahoma, la manifiestan con toda crudeza. Otros, como el noble Isaac, que en pública plaza provocan a los mahometanos manifestando los errores de Mahoma. En ambos casos el resultado era el martirio.
Discusiones entre los cristianos
Como cundiera el segundo sistema, se formaron entre los cristianos dos partidos. Eulogio y los más fervientes eran partidarios de tales martirios. Otros, a cuya cabeza estaba el obispo de Sevilla Rocafredo, se oponían decididamente. En un sínodo celebrado en Sevilla, Rocafredo hizo triunfar su opinión, y dio un decreto reprobando los martirios voluntarios. Sin embargo, entonces precisamente se presentaron más, con lo cual se intensificó la persecución.
Era de los mártires y fin de la persecución
Esta siguió con más furia desde 852 con Mohamed I, y así, en 853 hubo muchos martirios gloriosos: Anastasia y Félix, las vírgenes Pomposa, Columba y Aurea; los monjes Pedro. Luis, Pablo e Isidoro y otros muchos. San Eulogio fue el alma de todos, resumiendo sus
victorias en el Apologético de los mártires. Él mismo, elegido obispo de Toledo, antes de tomar posesión sufrió el martirio, en 859. Poco a poco fue cesando la persecución. Mas, por otra parte, también los mozárabes fueron perdiendo el primer entusiasmo. Después de dos siglos de dominación árabe, fue desapareciendo en gran parte la jerarquía católica y disminuyendo el número de mozárabes. En cambio, aumentaba el de los muladíes, que eran los renegados o hijos de matrimonios mixtos, pero que seguían el islam. En este tiempo se distinguieron, ante todo, el ya citado San Eulogio, alma de la España mozárabe;
además, el abad Esperaindeo, Alvaroy Sansón, insignes por su actividad literaria y por su ortodoxia.
Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.J.