Llega un momento en que -gracias a esa insistencia- los hijos consiguen unos hábitos que, sin duda, les ayudarán a vivir mejor. Y eso será gracias a esa insistencia con comentarios,
en tono amable, de este tipo:
Cuando se llega a casa, se saluda. / Cuando se sale de casa, se despide. / Cuando se ofende a alguien, se piden disculpas. / Cuando salgas de la habitación, apaga la luz.
Los demás no están para ordenar lo que nosotros desordenamos. Procura no interrumpir cuando otra persona está hablando. No pasa nada por reconocer que uno no sabe cómo hacer “esto”.
Si te hacen un favor, agradécelo. Conseguirás ganar mucho tiempo si guardas el orden. Cuando te dejen algo, da las gracias –también– al devolverlo. ¿Vas a jugar?…
Recuerda que una de las opciones del juego es perder. Es tan importante saber ganar como saber perder. Cuando vayas a pedir algo, utiliza el “por favor”. Nunca hables mal de nadie, sobre todo si la persona no está delante…
Zygmunt Bauman, sostiene que más que en una sociedad líquida vivimos en una sociedad gaseosa, donde la inmediatez, la búsqueda de la rentabilidad, la falta de exigencia y autoexigencia, la obsesión innovadora, el consumismo, la educación placebo, la mediocridad asumida y la introducción de la sospecha, hacen tambalear la educación, las relaciones y la cultura.
Podríamos decir que en la sociedad gaseosa, se sustituye el suelo donde se asienta la felicidad, por un terreno de arenas movedizas.
De lo que aporta el triunfo de lo ligero, de lo efímero y volátil, ya tenemos experiencia los que contamos con unos años: el vacío y una tristeza que paraliza la ilusión y la esperanza. Por eso, vale la pena valorar la importancia que tiene insistir en aquello que
es capital para la construcción de una personalidad sana. Y los hijos -a través de esa lucha por adquirir los valores que hay detrás de esas frases- podrán optar, mediante la razón y la voluntad, a conocer y poder elegir libremente lo bueno, lo bello y lo auténtico.