Impiedades de Amasías
A Joás lo sucedió Amasías, el cual, por algún tiempo, observó la divina ley y fue de Dios admirablemente
favorecido. En efecto, mientras marchaba contra los idumeos, a la cabeza de un numeroso ejército, le advirtió un profeta que confía más en el socorro de Dios que en la muchedumbre de sus soldados; entonces despidió la mayor parte y, aunque trabó la batalla con muy pequeño número, derrotó al enemigo y consiguió una señalada victoria. Pero, en vez de dar gracias a Dios por ello, se enorgulleció de tal suerte, que olvidó la divina ley y se dedicó al culto de los ídolos. Queriendo Dios castigarle por sus muchas maldades, suscitó contra él guerras y rebeliones, de cuyas resultas huyó a la ciudad de Laquis, donde fue perseguido y muerto.
Ozías castigado. Joatán, justo. Acaz, impío
Ozías, hijo y sucesor de Amasías, bendecido de Dios, venció en repetidos encuentros a los filisteos, a los árabes y a los amonitas; adquirió grandes riquezas y poder y fue muy temido de las naciones vecinas. Pero enorgullecido también por tantas prosperidades, quiso ejercer los oficios sacerdotales y amenazó al sacerdote que le amonestaba. Obstinado Ozías en su pecado, un día que tenía en la mano el incensario para ofrecer incienso y daba gritos de amenaza a los sacerdotes, fue castigado por Dios con la lepra vergonzosa, que le obligó a separarse del consorcio de los hombres y a entregar las riendas del gobierno a su hijo Joatán. Éste administró con mucha sabiduría la justicia. El sucesor de Joatán fue el impío Acaz que, habiendo abandonado el culto del verdadero Dios, se entregó al de los ídolos y murió deshonrado tras dieciséis años de gobierno.
Isaías Profeta
Bajo el reinado de Acaz empezó a profetizar Isaías. Entre otras profecías, un día dirigió la palabra a toda la estirpe de David y, hablando de la Madre del Salvador, dijo: “El Señor obrará un gran prodigio. He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un hermoso niño que se llamará Emmanuel, esto es, Dios con nosotros”. Con estas palabras el profeta predijo que el Mesías nacería de una Virgen y que habitaría entre
nosotros como Dios.
Isaías siguió profetizando bajo el reinado de Ezequías, sucesor de Acaz, y habló del Salvador tan claramente, que al que leyere sus escritos le parecerá leer la vida de Jesucristo tal como se halla relatada en el Santo Evangelio. No sólo predijo que el Mesías debía nacer de una Virgen, sino también que obraría
grandes maravillas, sería contrariado, oprimido por los de su nación, cubierto de llagas, que su sangre nos salvaría, que se le daría muerte entre dos ladrones y que un hombre rico le daría sepultura. Todas estas cosas se cumplieron en el divino Salvador.
Enfermedad y curación de Ezequías
Ezequías se valió mucho de los sabios consejos de Isaías. Bajo su dirección restableció en todo el reino el orden y la justicia. Dejó libre el ejercicio del ministerio a los sacerdotes, hizo abrir de nuevo y purificar el templo y se esforzó en reparar los daños que su padre Acaz había ocasionado a la Religión. De esta suerte se hizo muy célebre por su piedad. Habiendo caído gravemente enfermo, Isaías fue a visitarle y le dijo que se preparase para la eternidad, porque muy pronto moriría. Pero, como el rey hiciese fervorosa oración al Señor, se le presentó el santo profeta y le dijo que Dios había escuchado sus oraciones y visto sus lágrimas. Y que por esta razón le otorgaba aún quince años de vida. En confirmación de esa promesa, Isaías obró un milagro: hizo retroceder diez grados la sombra del sol en el meridiano.