Sedecías, último rey de Judá, fue igualmente impío e intentó sacudir el yugo de Nabucodonosor.
Irritó esto aún más al monarca, que cayo de improviso sobre Jerusalén, con un formidable ejército y le puso sitio. Los ciudadanos se vieron reducidos a tales extremos y el hambre se hizo tan cruel, que no titubearon en comer carne humana. Los mismos padres llegaron a alimentarse con la carne de sus propios hijos y éstos con la de sus padres. Por fin, el enemigo dio un formidable asalto a la ciudad y se apoderó de ella. El templo, después de saqueado, fue reducido por las llamas a un montón escombros. El palacio del rey, las torres, las casas de la ciudad, todo fue arrasado y deshecho. Los habitantes que escaparon con vida fueron llevados esclavos a Babilonia. A Sedecías le arrancaron los ojos y le arrastraton a Babilonia, donde murió. Cumpliéronse así las palabras del profeta Ezequiel, que había dicho que Sedecías moriría en Babilonia, pero sin verla.
Así terminó el reino de Judá por la maldad de sus reyes y las reiteradas impiedades del pueblo, después de una duración de 468 años, a contar desde David, y 338 desde el cisma de las tribus (Año del mundo 3416).
Es bueno recordar aquí la célebre profecía del patriarca Jacob, con la cual predijo que el poder soberano y legislativo de los hebreos permanecería en la tribu de Judá hasta el nacimiento del Mesías. No se extenguió dicho poder a la caída del reino de Judá, se disminuyó solamente porque esta esclavitud fue para los hebreos un castigo, pero no un exterminio. Durante la esclavitud tenían jueces de su misma nación, de la tribu de Judá, que gobernaban al pueblo según las leyes de Moisés. Muchos de ellos fueron elevados a las mayores dignidades, como Ananías, Misael, Azarías y el profeta Daniel, que gozaron de mucha fama entre los hebreos, y hasta en la misma corte de Nabucodonosor.
Daniel en la corte de Nobucodonosor
El señor, que había destinado a Daniel y a sus compañeros para grandes cosas, dispuso que fueran llamados a la corte del rey. Este había dado orden al jefe de sus eunucos o criados que, entre los prisioneros hebreos escogiese a los más robustos y hermosos, para que fuesen a vivir en el palacio; que se alimentasen con las viandas de su real mesa, y cuando estuvieses bien educados e instruidos en las ciencias y en el idioma de los caldeos, se admitieran en la corte a su servicio.
Siendo de estirpe real, fueron preferidos a todos los demás Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Una cosa, empero, traía muy turbados a estos virtuosos jóvenes, y era el tener que comer viandas de la mesa real, prohibidas por el rey de Moisés. Pidierón, pues, al que cuidaba de ellos que, en lugar de la comida del rey, les diera sólo legumbres y agua. Pero, habiéndoles éste advertido de que si el rey los veía flacos y macilentos les condenaría a muerte, Daniel le contestó:
Haz la prueba durante diez días, y después que hubieres probado, obrarás como te guste.
El prefecto aprobó el plan; y a los diez días fueron hallados más sanos, robustos y de más hermoso semblante que todos los demás. Además, el Señor les dio sabiduría y entendimiento superior a todos los sabios de aquella nación, especialmente a Daniel, a quien comunicó la interpretación de las visiones y sueños que vienen de Dios. Por esto, después de tres años, los cuatro jóvenes fueron llevados a la presencia del rey, que los halló de hermosa presencia, de talento y mucho más sabios que todos los letrados y adivinos de su imperio.
Este hecho da a conocer cómo bendice Dios la templanza y cuando aprovecha a las facultades del entendimiento y a la salud del cuerpo.