Pero los milagros nos lo dan a conocer como Dios, puesto que, siendo los milagros efectos que superan a toda fuerza criada, no pueden venir sino a Dios, único Ser que no ha sido creado, único Ser omnipotente y Señor de todas las cosas y único que, por consiguiente, puede suspender las leyes de la naturaleza.
El leproso y el criado del centurión
Entre los milagros obrados por el Redentor, encuéntrase el de la curación de un leproso. Acercóse éste al divino Maestro, le adoró, y, sumamente afligido, le dijo: -Señor, si queréis, podéis curarme. Jesús extendió la mano y le tocó diciendo: -Quiero, sé sano; e inmediatamente se curó de la lepra. Pero Jesús prosiguió: -No digas esto a nadie; ve, preséntate al sacerdote, y ofrece el don según prescribió Moisés. En la antigua alianza, cuando un leproso curaba tenía que presentarse a los sacerdotes, los cuales le declaraban limpio y absuelto. Esta absolución es figura de la absolución sacramental que en la ley nueva se da a los leprosos espirituales, esto es, a los pecadores.
Después de esto volvió a Jesús a Cafarnaúm, y he aquí que se presenta a él un centurión romano, quien le suplicó diciendo: -Señor, mi criado está paralítico, postrado en cama y padece agudos dolores. Jesús le contestó: -Iré y le curaré. El centurión replicó: -Señor, yo no soy digno de que tú entres en mi casa, mas di una sola palabra y mi criado quedará sano. Al oír estas palabras, dijo Jesús a los que le seguían: -En verdad os digo que no hallé tanta fe en Israel. Y os aseguro que muchos vendrán de Oriente y Occidente, y con Abraham, Isaac y Jacob se sentarán al banquete del reino de los Cielos; al paso que los hijos del reino seran arrojados a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto crujir de dientes. Dijo después al centurión: -Ve, y hágase según has creído; y en el mismo momento el criado quedó sano.
Resucita a la hija de Jairo
Jairo, jefe de la Sinagoga de Cafarnaúm, tenía una hija de doce años, enferma de muerte; y, como llegara a sus oídos que Jesús entraba en la ciudad, corrió a arrojarse a sus pies, y le rogó que fuera a su casa a curarla. Jesús se puso en marcha seguido de la multitud, entre la cual iba una mujer que hacía ya doce años padecía flujo de sangre. Corría para alcanzarle y decía entre sí: -Si llego a tocar el vuelo de su manto quedaré sana. Cuando estuvo cerca, tocó el borde, y al instante quedó perfectamente curada. Miró a Jesús en su derredor para ver quién la había tocado, y asustada la mujer y temblorosa, se arrojó a sus pies. Jesús le dijo: -Alégrate, hija tu fe te ha salvado.
Entretanto llegó la noticia de que la hija de Jairo había muerto; así es que, al llegar Jesús a casa de aquél, halló hombres y mujeres llorando y preparando las cosas necesarias para el entierro. Disponiéndose a obrar un milagro, dijo Jesús: -Apartaos, porque la niña no ha muerto, sino que duerme.
Quería con esto decir que la resucitaría con la misma felicidad con que se despierta una persona que duerme. Luego que hubo despedidos a todos, entró en el aposento de la difunta con el padre, la madre de la niña y los tres apóstoles: Pedro, Juan y Santiago. La tomó de la mano y dijo: -Niña, levántate. Y al instante se levantó, empezó a caminar y comió en presencia de todos, curada de todo mal.
Historia Sagrada. San Juan Bosco