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Afán de apostolado

Vida de San Antonio

Los Frailes Menores, apoyados por Doña Urraca[1], se habían instalado en un pequeño convento – Los Olivares – en donde ingresó Fernando, que ya había sido ordenado sacerdote, por lo que sus nuevos compañeros le recibieron con gran alegría; al ingresar en los Frailes Menores, siguiendo la costumbres de estos, Fernando cambió de nombre eligiendo el de Antonio.

Este cambio de situación se produjo en el año 1220.

20130403-vida-san-antonio-desembarca-en-italia-azulejo-capilla-san-antonio-de-vale-lisboaEtapa en Marruecos

De acuerdo con los deseos de Antonio, los Frailes Menores le enviaron a África, en concreto a Marruecos, pasando antes por Sevilla, todavía en manos musulmanas. Nuestro Santo abandonaba Portugal, a donde ya no volvería más, ya que los planes de Dios, que Antonio aceptaba con generosidad, eran muy diferentes.

Antonio, junto con su compañero Felipe, partieron con el alma alegre, esperando ver realizados, en breve, sus sublimes anhelos: La predicación de los infieles y la ambición de martirio.

Nada más llegar a Marruecos cayó gravemente enfermo y estuvo obligado a permanecer en cama durante varios meses, por lo que su extrema flaqueza o tal vez por una orden de sus superiores se vio forzado a regresar a Portugal.

Después de una serie de vicisitudes, ya que no era fácil encontrar un barco para volver a Portugal, se pudo embarcar, de acuerdo con su delicada situación, rumbo a Lisboa.

Una vez más los designios de Dios iban a cambiar sus planes; una violenta tempestad alejó el barco de las costas españolas y, tras una agitada navegación, llegaron a Sicilia.

Inicio de una nueva etapa

Llegado a Sicilia, se hospedó en un convento de los Frailes Menores, donde se enteró de la convocatoria del Capítulo General de los Frailes Menores en Asís, para la fiesta de Pentecostés, que ese año caía el día 30 de Mayo. San Francisco había convocado a todos los hermanos, siempre que sus deberes no les retuvieran imperiosamente.

Tres mil religiosos respondieron a la convocatoria del Fundador, llegando de las regiones más diversas, pero todos con un mismo espíritu de simplicidad y transmitiendo una gran alegría espiritual. Se hospedaban en cabañas hechas con ramas y hojas secas y acampaban en los bosques que rodeaban en Santuario de la Porciúncula.

Los habitantes de Asís alimentaban, con espontaneidad, con limosnas a esta multitud, que sólo de la providencia esperaba el pan de cada día. Fray Elías, a quién el fundador había designado como Vicario General, presidía las reuniones y Francisco se sentaba humildemente a sus pies.

Antonio procuró no llamar la atención, por lo que habló poco y pareció que Francisco no se había percatado de su presencia. Comprendía bien, Antonio, la heroica paradoja: muriendo a si mismo se llega a la plenitud de vida.

El Capítulo General estaba llegando a su fin; los religiosos se fueron dispersando a cumplir con las tareas que tenía a signada, pero Antonio permanecía sin tarea, por lo que, siempre disponible, se dirigió a Fray Graciano, Provincial de la Romania y le pidió que le llevara con él, si los superiores lo autorizaban, como así fue acordado.

Fray Graciano, que no conocía la condición de sacerdote de Antonio, le dio como residencia el pequeño cenobio de Motepaulo, cerca de Forlivio, donde iba realizar las funciones de Capellán de los religiosos que allí vivían y que, en la soledad se preparaban para el ministerio apostólico.

En este piadoso retiro, Antonio llevó durante unos meses una vida puramente contemplativa. Pasó gran parte de los días en una gruta próxima al convento, absorto en oración. Esta fue, sin duda, la base de su preparación para la vida de apostolado, que iniciaría posteriormente.

Comité de Redacción

Datos tomados del libro: San Antonio de Padua – P. Thomas de Saint-Laurent – EL PAN DE LOS POBRES

 

[1] Hija del Rey Alfonso VIII de Castilla, casada con el Príncipe Alfonso (futuro Alfonso II) de Portugal