No podemos perder de vista que la vida terrenal de San Antonio fue breve – 36 años – y su vida activa de apostolado muy corta – 10 años; Parece humanamente imposible en tan breve plazo de tiempo hacer tantas cosas y ser reconocido por ellas.
Hemos ido destacando sus cualidades y el uso que hizo de las mismas, para mayor gloria de Dios y de la Iglesia; las calamidades y contrariedades que tuvo que superar, tendríamos que decir sin una queja.
Atención a madres y niños
En su libro “San Antonio de Padua”, el P. Charancé dedica un Capítulo, que titula “Canastillo de flores” a relatar cinco milagros de San Antonio relacionados con padres y niños; vale la pena conocerlos.
· “En un pueblecillo de los alrededores de Padua, una joven llamada Aurelia se ahogó en una ciénaga. Su madre hizo voto de ir en peregrinación al sepulcro de San Antonio, y, al instante, a la vista de multitud de testigos, la joven recobró la vida.”
· “En Padua, junto al santuario que la ciudad edificaba en honor del santo, se ahogó un niño de veinte meses, llamado Tomasino, en un lebrillo (vasija). La madre prometió a San Antonio que si le devolvía su hijo con vida daría a los pobres una cantidad de trigo igual al peso del difunto. Su oración fue escuchada, y el pequeño Tomasino, vuelto de las sombras de la muerte, alzó dulcemente sus bellos ojos, llenos ya de vida y de salud, al autor de sus días, en presencia de los franciscanos y de los trabajadores.”
· En la Marca de Treviso (Italia), un pobre leñador, echado sobre el cadáver de su hijo, no permitía que lo amortajaran. “No, no ha de ser insensible a mi dolor el glorioso San Antonio, al quien he escogido por mi intercesor con Dios, a quien he tenido siempre tanta devoción.” Aguardó tres días, a pesar de las burlas y reprensiones de algunos de sus parientes, que no participaban de su confianza. Atravesó los cielos su oración humilde y perseverante, y en la tarde del tercer día se levantó el joven lleno de vida y de fuerzas, con gran alegría de su padre y asombro de los asistentes, dando todos juntos gloria a Dios y a su amado siervo San Antonio.
· No podía el santo olvidar a su familia ni mostrarse sordo a sus ruegos. Se paseaba por el mar, juntamente con sus padres, un sobrino suyo llamado Aparicio, hijo de Dª Feliciana Zozobró la barca, que era demasiado ligera, y Aparicio, muy joven aún para salvarse a nado como los demás, se sumergió en las olas. Tres horas después los marineros lograron extraer su cadáver. Se trató de enterrarlo, pero se opuso enérgicamente a ello su madre: “No, exclamó, no lo enterraréis si no queréis enterrarme a mí con él.” Dirigió, después, al Taumaturgo esta conmovedora súplica: “Hermano mío, que eres compasivo con todos los desamparados, aunque sean extraños, ¿te mostrarás insensible solamente al dolor de tu hermana? ¡Ah, socórreme, te lo suplico, devuélveme mi hijo! Si me concedes este favor, yo lo consagraré al servicio de los altares, y será religioso de tu Orden” Sus votos fueron oídos.
El muchacho, resucitado y sin lesión alguna, sonrió a su madre, cumpliendo más tarde el voto que ésta había hecho, y se santificó vistiendo el sayal franciscano.
Fe y perseverancia en la oración
Está claro, como decimos, que Dios quiso glorificar a San Antonio, otorgándole una poderosa fuerza de intercesión ante Él, obrando muchos milagros, tanto durante su vida mortal como posteriormente cuando ya gozaba de la gloria de Dios en el Cielo; pero hay que destacar que quienes solicitaban la intercesión de San Antonio, oraban a Dios, confiados en la gran capacidad de intercesión del Santo, al tiempo que no se rendían y perseveraban en la oración para conseguir lo que pedían.
Comité de Redacción