¿Qué podemos considerar una respuesta simple? Sencillamente cuando oímos decir que San Antonio nos encuentra todo lo que perdemos, aunque, en estos casos, solemos aprovechar, también con mucha simpleza, para llamarle “interesado”. San Antonio, gracias a Dios, goza de la paz de los justos, con la presencia de Dios, en el Cielo, y, como bien sabemos, ya no necesita de bienes materiales. Otra cosa es que sus devotos hayan desarrollado, a lo largo de los siglos, miles de obras de Apostolado y Caridad, inspiradas en las enseñanzas de la Iglesia, difundidas por el Santo, y para mantenerlas necesiten de la generosidad de sus devotos.
Respuestas más complejas son aquellas que nos hablan de las conversiones y curaciones milagrosas, que Dios lleva a cabo, por intercesión de San Antonio de Padua. Las personas nos quedamos anonadados ante estas realidades, que los intelectuales y científicos les cuesta, en algunos casos, aceptar y no consiguen explicar con razonamientos humanos.
Lo que nadie puede negar es que la devoción a San Antonio es universal, no entiende de fronteras ni de posiciones personales y ha sobrepasado el paso del tiempo; los que nos acercamos a él, con fe y devoción, comprobamos que cosas, sencillas o complejas se resuelven, y si no fuera así, encontramos una paz y una conformidad con los designios de Dios para nuestras vidas, que también son una bendición, que tenemos que agradecer a Dios y a la intercesión de San Antonio.
Ante el mundo de hoy
Y todo esto que decimos, ¿cómo podemos transmitirlo en este siglo XXI, para que produzca efectos de gracia entre las personas y las naciones? ¿Era más fácil la convivencia en tiempos de San Antonio?
A poco que conozcamos la vida de San Antonio, sabemos que en Marruecos se perseguía a los cristianos, martirizándolos, cortándoles también la cabeza, como a los cinco frailes menores, que conoció Fernando en Coimbra. También sabemos de las enfermedades que sufrió y tuvo que superar en su estancia en Marruecos, que le obligaron a desistir de su afán misionero; conocemos su discreta vida monástica en Italia, hasta que sus superiores descubren sus cualidades y sus conocimientos y le encargan trabajos más en consonancia con ellos, pero, al mismo tiempo, más arduos y fatigosos.
Tan duros fueron esos encargos, que tuvo que ir a luchar contra la herejía en Italia y Francia, donde los enfrentamientos llegaban a la violencia física.
En conclusión, nada de lo que podamos imaginar quedó al margen de la vida de San Antonio: persecución, enfermedad, fracaso, enfrentamientos públicos con los herejes, etc. Todo ello en menos de cuarenta años de vida.
Sus armas, para vencer en estas situaciones fueron claras y sencillas: oración, penitencia, confianza en Dios y en la Santísima Virgen María; recetas fáciles para cualquier persona, que lo que tiene y quiere evitar es caer en el desánimo y el abandono espiritual.
Como hemos oído muchas veces, y San Antonio era consciente de ello, nuestra victoria es un hecho, la consiguió Jesucristo con su muerte y resurrección. A nosotros nos queda perseverar en el bien, no confiando en nuestras propias fuerzas, pero sí, como San Antonio, en la oración y la ayuda de la gracia, que no nos va a faltar si se la pedimos a Dios y buscamos la intercesión, como él hizo, de la Virgen María y, en nuestro caso, la suya, la de San Antonio.
Comité de Redacción