Nació en Brescia (Italia), en 1813, de una familia rica. Su padre es hombre de negocios. La madre contrae una enfermedad incurable y la niña quedó huérfana a los 11 años.
Ingresó en el colegio de las Monjas de la Visitación. La joven comprendió la realidad del sufrimiento y la muerte y decide unirse a la única respuesta: Cristo. Así nace la vocación a la caridad hospitalaria y la fundación de las Siervas de la Caridad. Beneficiará a millares de pacientes, niños en las escuelas, muchachas rescatadas del entorno de la prostitución, jóvenes estudiantes en diversos institutos y personas ancianas recibiendo afectuosa asistencia.
A los diecinueve años asume la dirección del refectorio de una empresa de familia, la fábrica de hilados de Acquafredda. Allí se hace amiga de las jóvenes operarias que, de lunes a sábado, viven lejos de su casa por motivos de trabajo. Su padre se da cuenta de la vocación de su hija.
Durante la epidemia de cólera que estalla en Brescia en 1836 Paola se sirve como enfermera. El amor está siempre presente en cada uno de sus actos. Así, la hija del empresario bresciano descubre que ninguna empresa vale más que la bondad desinteresada. Funda dos escuelas para sordomudos en su ciudad natal; simultáneamente, asiste a las mujeres internadas en el hogar de ancianos "Casa d’ industria" y se dedica a ayudar y proteger a las jovencitas propensas a caer en la vida del mundo. Finalmente funda la Pia Unione (Piadosa Unión), que más tarde se transformará en la vasta Congregación de las Siervas de la Caridad.
Pero, ¿de dónde saca el tiempo para concretar esta ráfaga de iniciativas esta frágil mujer que morirá a tan solo 42 años? Se levanta dos horas antes del amanecer para abstraerse en la plegaria mental. Asiste a Misa en la Catedral acompañada por una doméstica y allí pasa otras dos horas dialogando con Dios. Así, muy temprano, comienza una nueva y luminosa jornada. Las primeras Siervas son incansables enfermeras y, siguiendo el ejemplo de Paola, se prodigan en regalar una sonrisa y una asistencia prolongada a los enfermos.
La asociación benéfica Pia Unione, que al principio es una semilla casi invisible, demuestra la eficacia de su trabajo durante la primera guerra de independencia (1848) y, sobre todo, durante las denominadas "diez jornadas de Brescia", días en los cuales la ciudad resiste y combate heroicamente contra la dominación austríaca, por lo cual será proclamada "Leona de Italia". El amor al prójimo es siempre el motor de todas las obras en esta "pequeña sementera que nos da tanta fuerza, voluntad y coraje".
La Pia Unione, que se convierte en el Instituto de las Siervas con los tres votos, gracias a la inmediata ratificación de Pío IX, se expande como un vuelo de palomas y llega a varias ciudades italianas. El árbol esparce sus ramas y extiende sus raíces dentro y fuera del país, en Italia y en el exterior. Cuando profesa los votos de su Instituto, Paola adopta el nombre de Sor María Crocifissa. Su salud débil y quebrantada cede irremediablemente en diciembre de 1855. Pero en su tumba no se da sepultura a la Congregación, fruto del amor de María Crocifissa, eterno como Dios.
La Fundación del Instituto
El Instituto empieza a funcionar en 1836, aunque generalmente se señala su comienzo formal en 1840. La misma Paola Di Rosa esboza el origen y el desarrollo de la fundación: "nuestro Instituto tuvo origen en el año 1836, cuando el Cólera Morbus desvastó a nuestra Brescia. Aún no se había presentado el flagelo a las puertas de nuestra ciudad cuando una joven señora concibió y reveló a algunas de sus amigas el deseo de asistir a los enfermos de cólera, cuando fuera necesario" (Archivo de la Casa Madre de Brescia "Paola di Rosa a la Santa Congregación de los Obispos", Roma - Brescia, 11.03.1847)
La joven señora es Paola: suya es la intuición de ejercer la caridad en aquella circunstancia. En los años sucesivos a la epidemia, mientras organizaba numerosas iniciativas en diversos sectores -marginados, niñas sordomudas, muchachas en peligro, mujeres necesitadas y explotadas-, ella madura con sus compañeras una decisión más definida: curar a las enfermas en el hospital de la ciudad.
Apoyo e influencias recíprocas
Paola encauza todos sus esfuerzos, medios e ideas para trabajar en el hospital gracias al apoyo y la ayuda de Monseñor Faustino Pinzoni (1779-1848), su primer director espiritual y redactor -junto a ella- del primer estatuto de las Siervas de la Caridad.Este sacerdote, tiempo atrás, había proyectado la idea de formar un cuerpo de enfermeros, similar al cuerpo femenino creado por Paola, existente en el momento de la fundación, pero entonces el objetivo se había alcanzado sólo parcialmente. La autoridad espiritual de Monseñor Pinzoni respecto a Paola, unida a su capacidad en el campo socio-asistencial, ejercerá, cada vez más de cerca, una notable influencia sobre la recientemente creada institución.
Compartía ideas y recursos
Es precisamente por mediación del mismo Pinzoni que Paola conoce a la noble señora Gabriella Echenos Bornati (1798-1844) a fines de 1836, en el lazareto. Un pasado de dolor y consagración ha forjado en Gabriella un carácter apacible y una finísima capacidad para conocer y acercar corazones. Paola, en sus futuras iniciativas, permanecerá siempre unida a su "compañera de caridad". La amistad entre ambas, nacida en el lazareto, continúa pues, reservada y profunda, gracias a la nobleza y la afinidad que interiormente las une en el libre vínculo de la caridad, para perfeccionarse luego, a la luz de la misma guía espiritual, Monseñor Pinzoni, en una comunión de vida. En el momento de la fundación oficial, el 18 de mayo de 1840, algunas de las primeras compañeras siguen a Paola dentro de la obra con total dedicación; otras, en una forma de adhesión moral y representativa. Paola y Gabriella son elegidas, respectivamente, por M. Pinzoni, Superiora y Vicaria de la flamante comunidad.
Un gran proyecto y ejecución
En agosto de 1839 el proyecto de fundación ya ha sido esbozado estructuralmente entre el padre de Paola, Clemente Di Rosa, Monseñor Pinzoni, la misma Paola y sus compañeras. El 26 de agosto de 1839 se envía a la sede de la Imperial Delegación Provincial de Brescia una Instancia en la que se expone el plan de la Pia Unione, firmada por Paola Di Rosa y demás miembros del grupo: G. E. Bornati, Carolina Botteghi Cuneo, Maria Nicolini, Aurelia Petrobelli Di Rosa, Teresa Balucanti Valotti, Teresa Longhena: "dedicarse a la asistencia de las pobres enfermas ingresadas en este hospital y ocuparse personalmente de todo lo relativo al bien espiritual y corporal de las mismas".Aclaradas algunas serias divergencias con la Dirección, el plan es aprobado y en mayo de 1840, treinta y dos Siervas toman servicio en el hospital.Se trata de un servicio que se vislumbra novedoso en su modalidad: en forma sistemática, intenta"brindar a los enfermos prestaciones sanitarias que incluyan la asistencia de enfermeras, las cuales se ocuparán del aseo, las comidas y otros servicios, además de proporcionarles compañía espiritual y humana".. Paola confía la totalidad del trabajo a sus Siervas, y debido a la función que les compete las llama Siervas y no monjas. Se trata de una experiencia nueva que no tiene ningún punto de referencia en esos años: es intuición e invención de la Hermana Paola.