Sobre este monte y en presencia de dichos Apóstoles se transfiguro de tal modo, que su semblante resplandecía como el sol, y sus vestiduras quedaron blancas como la nieve. En aquel momento aparecieron Moisés y Elías que empezaron a conversar con Él, Admirado ante aquel espectáculo celestial, dijo Pedro a Jesús:
-Señor, bueno es quedarnos aquí; si quieres, haremos tres tabernáculos: uno para ti, otro para Moisés y otro para Elías. Mientras así discutía, una nube luminosa los envolvió y se oyó una voz que decía:
-Esté es mi hijo muy amado, en quien he puesto mis complacencia; escuchadle. Atónitos los discípulos, cayeron en tierra boca abajo; mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y les dijo:
-Levantaos, no temaís.
Levantados los ojos, sólo vieron a Jesús. Al descender del monte, les dijo:
-No manifestéis esta visión a ninguno antes de mi resurrección.
Jesús predice su pasión
En varios pasajes del Antiguo Testamento se anuncia la pasión dolorosísima de Jesuscristo de un modo tan palpable, que las predicciones de algunos profetas parecen más bien la exposición de un hecho ya acaecido. Además, él mismo, casi en los principios de su predicación, anunció a sus discípulos que iría a Jerusalén; que allí sufriría mucho por parte de los ancianos y de los escribas del pueblo judío; que, por último, le darían muerte, pero que había de resucitar al tercer día. Otras veces recomendaba a sus Apóstoles que no revelasen los milagros que hacía después de su resurrección. Cierto día dijo a muchas personas que le escuchaban:
-Asi como estuvo Jonás tres días en el vientre de un pez, así estaré yo en el seno de la tierra.
Y en otra ocasión:
-Destruid este templo y yo lo reedificaré en tres días.
El templo de que hablaba era su cuerpo, que había de resucitar tres días después de muerto.
Concilio de los Fariseos
Los fariseos trataron muchas veces de prender a Jesús, pero nunca lo consiguieron, porque aún no había llegado la hora. Un día convocaron un concilio para tratar la clase de muerte que le habían de dar y uno de ellos, llamado Caifás, que era pontífice aquel año, dijo:
-Conviene que muera uno por el pueblo, para que no perezca toda la nación. Esto no lo decía de su cabeza, sino inspirado; pues, siendo pontífice aquel año, profetizó que Jesús tenía que morir para salvar a todo el mundo. Por esto ordenaron que, si alguien sabía dónde estaba, le denunciase para prenderle. Judas Iscariote, pérfido traidor de su maestro, se presentó a ellos y les dijo:
-¿Cuánto me darésis si os lo entrego?
Los Príncipes de los Sacerdotes al oír esto se alegraron y le ofrecieron treinta monedas de plata. Judas aceptó la propuesta y, para que le conocieran mejor, les dijo:
-Aquel a quien yo bese, es Él Prendedle. Entretanto aguardaba la ocasión más oportuna para llevar cabo su traición.