San Gregorio Nacianceno
(+396) Toda su vida fue una lucha entre su amor a la soledad y la actividad contra las herejías. Elegido patriarca de Constantinopla y presidente del Concilio II ecuménico de 381, se retiró de nuevo a la soledad. Sus mejores producciones literarias son cuarenta y cinco discursos.
Dídimo el Ciego
(+398) Nacido en Alejandría, a los cuatro años de edad perdió la vista; pero fue uno de los hombres de más erudición de su tiempo. Son muy estimados sus Comentarios a la Sagrada Escritura, y, desde el punto de vista dogmático, sus Tratados sobre la Trinidad y sobre el Espíritu Santo.
San Cirilo de Alejandría
(+444) Fue el hombre providencial en la defensa de la ortodoxia contra el nestorianismo, y uno de los escritores más insignes de la escuela de Alejandría. Sus obras dogmáticas De la Encarnación, De la Maternidad María, sus Anatematimos y otras, son la mejor confirmación.
San Juan Crisóstomo
(+407) En la escuela antioquena es la figura más brillante. Por su extraordinaria elocuencia, recibió ya desde el siglo VI el calificativo de Crisóstomo, o “boca de oro”. Por sus elocuentes homilías, es considerado el príncipe de la oratoria sagrada. Aparte sus homilías, que es lo que más fama le ha dado, es célebre su libro Sobre el sacerdocio y su Liturgia.
Teodoreto de Ciro
(+458) Pertenece también a las glorias más puras de la escuela de Antioquía. Completó la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea, y escribió la Historia religiosa, o de los monjes y la Historia de las herejías. Como teólogo, lo acreditan sus tratados sobre La Trinidad, el llamado Mendigo y otras.
Escritores varios San Cirilo de Jerusalén
(+ 386). Encargado de la instrucción catequética, conservó este cargo aun como obispo, y así pudo escribir aquellas preciosas veinticuatro catequesis, que han inmortalizado su nombre
San Epifanio (+403) se distingue por su Panarión o Haereses, que contiene un resumen
de las principales herejías, y el Ancoratus, que es una obra anti arriana. Aunque declinaron hacia la herejía, fueron también notables escritores: Apolinar de Laodicea (+390), con su tratado Sobre la Encarnación de Cristo; Diodoro de Tarso (+392) y Teodoro de Mopsuestia (+428)
Escritores siríacos
Aunque no con tanta brillantez como los autores griegos y latinos, los siriacos y armenios tuvieron también en este tiempo un verdadero florecimiento. Afraates (+345) es el primer autor siriaco del siglo IV, designado por su erudición como monje sabio. Nos dejó veintitrés homilías. Pero la gloria más pura de la literatura cristiana siriaca es San Efrén
(+373), director de la llamada escuela de Edesea. Sus contemporáneos lo llamaron Cítara del Espíritu Santo. Son célebres sus Comentarios a la Sagrada Escritura, escritos en verso, según la costumbre siriaca. Fueron también muy celebrados
Isaac el Grande (+460) y San Mesrop (+441).
Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.J.