Los anacoretas
Sobre esta base se desarrolló lo que puede ser considerado como el primer estadio de la vida monacal. Son los solitarios, o anacoretas, que se retiraban a parajes enteramente aislados, donde llevaban una vida de perfecta continencia, entregados a la piedad y penitencia. Desde principios del siglo IV se hizo cada vez más frecuente este género de vida. Entre los más célebres debe ser contado San Pablo, llamado el primer ermitaño, muerto en 347. San Antonio Abad (+ 356) el Solitario, es otro caso célebre de los ermitaños del siglo IV. En torno suyo se reunió gran número de solitarios, que seguían su dirección.
Sistema de colonias
Perfeccionando el sistema de San Antonio, se fueron formando multitud de colonias de anacoretas, que significan el paso intermedio hacia la vida cenobítica. Así se fue poblando el desierto de Nitria. Como centro de estas colonias, se distinguieron: Ammonio quien reunió en torno suyo en el siglo IV unos 5. 000, y San Macaría el viejo, que pobló la Escitia. Esta vida se propago también en Palestina, donde se distinguió San Hilarión. Del mismo modo se propagaron las ermitañas. De la diócesis de Oxyrhintus se nos dice que había unas 20.000 ermitañas y 10.000 ermitaños.
Principio de la vida cenobítica o común
San Pacomio (+346). El paso siguiente, que consiste en alguna especie de vida común con algunas reglas y bajo la obediencia a un superior, se dio al mismo tiempo que florecían los solitarios y las colonias de anacoretas. Su primer organizador fue San Pacomio, a mediados del siglo IV, de quien sabemos ciertamente que escribió una Regla. Este género de vida se extendió rápidamente, al paso que muchas colonias de anacoretas
abrazaron la regla de San Pacomio. Él mismo fundó comunidades semejantes para las mujeres. A este género de vida se le llamó cenobios (de koinós, común, y bios, vida: Vida común). Las Lauras de San Hilarión, en Palestina, y otras semejantes, que eran pequeñas cabañas de solitarios, se convirtieron también en cenobios, sometiéndose a una vida y regla común. Fueron célebres la Antigua Y la Nueva Laura. En ellas se distinguieron San Eutimio y San Teodosio.
San Basilio. Monjes basilianos.
San Basilio, junto con San Gregorio Nacianceno, se dedicó a la vida anacoreta en Capadocia, y habiéndose juntado muchos discípulos compuso una doble regla. Estas reglas tuvieron tan grande aceptación, que se fueron extendiendo por todo el Oriente, creándose los monjes basilianos, a los que se fueron adhiriendo los demás. En adelante fue la regla por antonomasia de Oriente.
Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.