En el año 799, el nuevo Papa León III (795-816), perseguido por sus enemigos de Roma,
acudió personalmente a Carlomagno solicitando su protección. El rey franco se la concedió y, a fines del año 800, se presentó en Roma, y mientras asistía, en la noche de Navidad, a la Misa del Papa, éste se levantó con decisión y le coronó solemnemente. De esta manera quedaba constituido el Sacro Imperio Romano de Carlomagno.
Significación del nuevo Imperio
No debe concebirse este nuevo Imperio como una traslación del Imperio oriental, sino como una renovación del occidental, hundido el año 476. El nuevo Imperio era el símbolo de la unión de todos los cristianos. Carlomagno, como representación del poder temporal, debía proceder, en unión con el poder espiritual del Papa, a la defensa de la Iglesia. Así, el nuevo emperador era el patricio, el defensor nato de la Iglesia y del Pontificado.
Los Papas y los emperadores siguientes
Mientras vivió Carlomagno, el ideal del nuevo Imperio se realizó casi por entero, gracias a su talento extraordinario. La prosperidad de la Iglesia llegó a tal punto, que puede hablarse de un primer Renacimiento en su tiempo. Así sucedía en la parte cultural y en el terreno religioso. Pero, después de su muerte, la debilidad y las divisiones de sus sucesores trajeron gran decadencia en todos los órdenes. Se manifestó de un modo particular en el orden religioso. Estas dificultades y la decadencia consiguiente aumentaron en el siglo IX con las invasiones de los normandos y de los sarracenos.
A pesar de esta decadencia general, brillan de un modo especial, durante el siglo IX, algunos Papas, que conviene notar aquí.
Pontífices destacados
NICOLÁS I, PAPA (858-867).
Dirigió todo su afán a conseguir la libertad de la Iglesia en unión con los emperadores, pero, por desgracia, no recibió de ellos la ayuda que necesitaba. Mantuvo su independencia y sus derechos frente a eclesiásticos como el arzobispo de Rávena y frente a los emperadores y reyes. Frente a Focio de Constantinopla mantuvo los derechos pontificios, dando pruebas de gran prudencia.
JUAN VIII, PAPA (872-882).
Era hombre de grandes cualidades. Sin embargo, fracasó en casi todas sus empresas. Dos veces dispuso de la corona imperial, pero por los elegidos fueron incapaces de sostener al Imperio y a la Iglesia. Por otra parte, apretado de diversos enemigos, tuvo que escapar a Francia en demanda de auxilio, que no le pudieron prestar. A pesar de todos los fracasos,
mantuvo con firmeza los derechos de la Iglesia, aunque tuvo que romper con Focio, patriarca de Constantinopla.
SANTOS INSIGNES: San Gregorio II (+ 731) y San Gregorio III (+ 741), promotores de la obra de San Bonifacio y defensores de los derechos pontificios. San Zacarías, Papa (+ 752), quien elevó a Pipino el Breve como rey de los francos en 751. San León III (+ 816), héroe de los derechos pontificios y fundador del Imperio occidental.
Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.J.