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Neutralizar las debilidades de cada temperamento

En artículos anteriores hemos visto ideas para forjar la personalidad. Ahora, quisiera detenerme en un elemento que es capital en la formación de la personalidad: la ayuda que ofrece el Espíritu Santo para neutralizar las debilidades que cada temperamento tiene.

Lo primero que hay que considerar es si se tiene noticia de Él, porque hasta que no se sepa que es el gran guía, no se nos ocurrirá pedirle ayuda y orientación. Para quien no tiene experiencia en el trato con Él, he de decir que esa ayuda la proporciona de forma directa, gratuita y sin pasar a formar parte de una larga lista de espera. Llegados a este punto, y sabiendo que está disponible las 24 horas del día, se ha de aprender a sintonizar

con Él para establecer esas conversaciones. Esa sintonía se consigue sentándose tranquilamente y comenzando a contarle –de forma natural– cuáles son las dificultades, sentimientos negativos, miedos y desánimos que bloquean el actuar para conseguir mejorar esos aspectos de la personalidad que nos desaniman y bajan la autoestima.

Hay algo interesante antes de seguir con más consideraciones, y es lo siguiente: el Espíritu Santo conversa en voz baja, por lo que hay que detenerse a escucharle y evitar el ruido, las prisas, los nervios y la falta de confianza. Dicho en positivo: se debe procurar un ambiente sereno e iniciar el diálogo y todo diálogo se lleva a cabo hablando y escuchando. Sabemos que la mayor catástrofe de esta época de “la conectividad”, es la pérdida de las relaciones con los demás, de la empatía, de la escucha, de la capacidad de compartir y centrarse en la actividad humana más básica que tenemos las personas que es la disposición para tener conversaciones con los que nos rodean.

Se tenga el temperamento que se tenga, sanguíneo, colérico, melancólico o flemático, El Espíritu Santo facilita, siempre, el dominio de las debilidades propias de cada temperamento pero hay que contar con la paciencia y perseverar en lo que nos susurra porque –más bien pronto que tarde– actúa y su acción fortalece la voluntad para superar esos miedos, esas debilidades, esos bloqueos. ¿En qué nos da vigor el Espíritu Santo, sea cual sea nuestro temperamento?

–En el amor hacia Dios y hacia los demás. Este amor es sobrenatural y hace que nos interesemos más por contentar a Dios que por vivir enfocados en las cosas materiales. Y si la persona colérica -por ejemplo- acude al Espíritu Santo con confianza, conseguirá tener la compasión y ternura que de forma natural tiene la persona sanguínea. Pero el amor aquí apunta alto: "Amad a vuestros enemigos… y haced bien a los que os ultrajen". Este tipo de amor jamás es generado por el hombre por sí mismo.

–En el gozo. El gozo previsto por el Espíritu Santo no se limita a las circunstancias. Muchos tienen la errónea idea que la felicidad tiene que ver con las circunstancias de la vida. Los que así piensan desconocen la diferencia que hay entre felicidad y gozo. La felicidad es algo que simplemente ocurre por el juego de las circunstancias, pero el gozo perdura a pesar de las circunstancias. Por ejemplo, S Pablo, escribiendo desde la cárcel dice: “Regocijaos en el Señor siempre. ¡Regocijaos!” Y lo decía porque tenía al Espíritu Santo en su interior y, por eso, podía decir: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea la situación”. Conclusión: la persona que tiene en su interior al Espíritu Santo puede alegrarse y estar contenta incluso mientras sufre las cadenas de una prisión.

–En la paz. La persona que echa al Espíritu Santo de su alma,  queda vaciado y llena ese vacío con turbulencias emocionales, creándose enemistades, pleitos, celos, iras, disensiones y envidias y transita por esta vida sin esa paz interior. Vive de espaldas a la trascendencia pero en su inconsciente pulula la idea de culpabilidad. Este pensamiento, no le permite la paz durante el transcurso del día a día. Sin embargo, cuando la persona escucha y es dócil al Espíritu Santo… y acude al sacramento del Perdón, al escuchar que Dios ha perdonado sus pecados, logra esa paz que tanto ansiaba en su alma. Y la paz que Dios concede la obtenemos sean cuales fueren las circunstancias.

Estas tres primeras características amor, gozo y paz son emociones que contrarrestan debilidades temperamentales tales como la crueldad, la ira, la indiferencia, el pesimismo, la tristeza y la crítica destructiva. Esto hay que tenerlo presente cuando se habla con las hijas y los hijos y se les propone pequeñas metas a alcanzar.