Un día fue a Jericó salieron presurosos a recibirle los habitantes, y al manifestarle la alegría con que le recibían en su ciudad, le dijeron también que las aguas que tenían eran tan amargas, que nadie las podía tomar sin peligro de muerte. Deseando Eliseo beneficiar a aquellos habitantes, hizo oración al Señor; dio enseguida orden que le trajeran una vasija con sal y, echándola luego en la fuente, se endulzaron las aguas por divina voluntad, volviendo así a los campos su primitiva fecundidad.
Insolencia castigada
En otra ocasión, mientras subía Eliseo a Betel, una turba de muchachos insolentes empezó a motejarle gritando:
–¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!
El Señor no dejó impune tamaña falta, pues inmediatamente salieron dos osos que se arrojaron sobre los muchachos, despedazando a cuarenta y dos de ellos.
¡Espantoso ejemplo para los que se atreven a escarnecer a los mayores en edad y a los ministros del Señor!
Milagro del aceite
El acreedor de una pobre viuda que no podía pagar las deudas contraídas por su esposo, le amenazaba con quitarle sus dos hijos y esclavizarlos. Oprimida ésta por el dolor, acudió a Eliseo, el cual la consoló diciendo:
–Anda y pide prestadas a tus vecinos muchas vasijas; ve enseguida a tu casa con tus hijos y cierra tu puerta. Tomarás ese poco de aceite que aún te queda y lo echarás en todas las vasijas hasta que estén llenas.
La viuda puso por obra las órdenes del hombre de Dios, y multiplicóse el aceite maravillosamente. Con él pudo pagar sus deudas y aún sobró para ella y sus hijos.
Sopa mejorada
Un día suministraron a sus discípulos una sopa de hierbas tan amarga, que nadie la podía tomar. Eliseo no hizo más que mezclar un poco de harina y le quitó todo el amargor.
Multiplicación de panes
En otra ocasión, le llevó cierto hombre caritativo un regalo consistente en veinte panes. Eliseo le ordenó que los distribuyera al pueblo.
–¿Qué son –dijo aquel– veinte panes para cien personas? Eliseo repitió la orden. Distribuidos, no sólo hubo pan suficiente para todos sino que aún sobró una gran parte.
Resurrección de un niño
Al entrar Eliseo en la ciudad de Suna, fue muy cortésmente recibido por dos esposos que, usando de especial hospitalidad para con el siervo de Dios, teníanle preparado un aposento para que se hospedase en él, siempre que por allí pasara. No tardó Dios en recompensar la caridad usada a favor de su profeta. Al hijo único de dicha mujer, que había ido al campo con su padre en tiempo de la cosecha, le atacó un fuerte dolor de cabeza que le causó la muerte.
La afligida madre corrió llorando hacia donde se hallaba el profeta Eliseo, el cual fue en persona a la casa de la acongojada mujer para consolarla.
Después de haber hecho oración, se extendió sobre el cuerpo frío del niño, que comenzó a bostezar, después abrió los ojos y por último resucitó a la vida lozana como antes.
Historia Sagrada. San Juan Bosco.