Fray Juan Parenti, buen conocedor de la valía de Antonio, le nombró Ministro de la Provincia del Norte de Italia, de Emilia Romaña y Lombardía. Muy querido por sus frailes, recorrió los lugares de su provincia donde había conventos franciscanos; uno de ellos fue Vercelli, donde predicó en la catedral con gran impacto y conoció al teólogo y canónigo regular Tomás Galo.
Predicación en Padua
También, por entonces, debió estar, durante estancias largas, en Padua, en donde fundó una escuela de franciscanos y comenzó a escribir una serie de sermones. Fruto de su labor fue el aumento de las misiones de predicación y la fundación de numerosos conventos. Predicó en la ciudad, durante la Cuaresma de 1228.
Es posible que, en la Pascua de 1228, fuera enviado a Roma, a predicar en la basílica de San Juan de Letrán, donde le oyeron el Papa Gregorio IX y la Corte pontificia, aunque también se baraja la posibilidad de que esta visita a Roma tuviera lugar en el año 1230. Pero la estancia en Roma, llevada a cabo el día 16 de Julio ese mismo año 1228, podría estar relacionada con alguna delegación oficial, enviada por los franciscanos, para pedir la canonización de San Francisco.
En el Otoño de ese año, o en 1229, participaría en el caso de Ezzelino da Romano, en cuyas tierras de Bassano, Diócesis de Verona, aquél guerreaba contra Padua; en Bassano habitaban los Frailes Menores del convento de San Donato de Capo di Ponte, a los que protege, de las pretensiones de Ezzelino, una carta del Papa Gregorio IX, de Octubre de 1227, para que sigan en la iglesia, que les había cedido el Obispo.
Con Ezzelino, San Antonio tuvo, posteriormente, en 1231, un encuentro personal, atendiendo a la esposa de Ricardo, Conde de San Bonifacio, que había sido retenido prisionero, pero no consiguió que lo pusiera en libertad.
Según la Assidua, en 1230, fue liberado de su cargo "del gobierno de los frailes". En ese mismo año formó parte de la delegación del Capítulo General de la Orden, que acudió a Roma, para pedir al Papa una declaración sobre la obligatoriedad de que se cumpliera el Testamento de San Francisco,
“¡La pobreza! San Antonio la defendió como la herencia más preciosa de la familia seráfica. Tras la muerte de San Francisco, se formó en la Orden un partido, felizmente poco numeroso, que deseaba una mitigación de la Regla; Fray Elías, por quién el fundador tuviera gran predilección, se convirtió en el inspirador y jefe de esa corriente. Quería constituir un patrimonio para los conventos que, sin rivalizar tal vez con la riqueza de las opulentas abadías benedictinas, asegurase a los Frailes Menores rendimientos fijos y suficientes. Tal innovación hubiera aniquilado la obra del Patriarca (San Francisco).
“Las congregaciones religiosas prosperan menos por la abundancia de los bienes temporales que por la fidelidad al espíritu primitivo: abandonando el despojamiento total, los hijos de Francisco habrían perdido, infaliblemente, su ideal de libertad apostólica y su prestigio. Nuestro Santo se opuso enérgicamente a las opiniones demasiadamente humanas de Elías; en los Capítulos Generales, donde su reputación le daba una reputación le daba una influencia preponderante, y hasta delante del Papa Gregorio IX, pleiteó calurosamente e hizo triunfar la causa de la pobreza.”
La cuestión fue resuelta por el Papa, con la Bula "Quo elongati" del 28 de Septiembre de 1230.
Comité de Redacción