¿Cuánta fue la entrega de Fernando a Dios? Su afán de entregarse al servicio de Dios, en un ambiente familiar religioso, aunque reacio a que entrara en la vida religiosa, favoreció su vocación, siempre consciente de los peligros del mundo y del acecho constante del demonio, que no ceja en su empeño por descarriar a las almas.
Estas afirmaciones que pueden sonar como retóricas, máxime en la vida de un santo, son realidades muy concretas en el caso de Fernando de Bülhoes, ya que todos sus biógrafos recogen dos hechos:
1. Siendo niño, “el demonio envidioso de su virtud, le asaltó con malos pensamientos y trató de perturbar su imaginación. Llegó a aparecérsele bajo las formas más seductoras, confiando en arruinar en un instante los tesoros de la gracia que enriquecían su alma. Fernando opuso al enemigo el arma soberana de la oración.”[1]
“Cuenta su primer biógrafo que, un día de lucha intensa, Fernando se refugió en su querida catedral, subiendo por las escaleras del coro; se detuvo para rezar y trazó una cruz en la pared; la piedra se ablandó bajo sus dedos y guardó para la marca de la sagrada señal, que puede venerarse en la catedral de Lisboa.
2. En su adolescencia comprendió los peligros de las malas compañías, por lo que se apartó de ellas; posteriormente a los quince años ingresó en el Monasterio de San Vicente de Fora de los Canónigos Regulares de San Agustín. Para posteriormente trasladarse al Monasterio de los mismos en Coimbra y, de esa manera evitar las numerosas visitas que recibía en Lisboa.
Amar y seguir a San Antonio
Están muy acertados quienes ven en San Antonio un eficaz intercesor ante Dios, para ayudarnos en situaciones difíciles y no tan difíciles, pero que sí nos preocupan y agitan; desde encontrar un objeto perdido, curarnos de una enfermedad, resolver un problema familiar o laboral, etc. San Antonio siempre está en disposición de escucharnos y ayudarnos.
No debemos olvidar que aquellas gracias que recibimos deben servirnos, a nosotros y a aquellos por los que pedimos, para acercarnos más a Dios y vivir en conformidad con Él, siguiendo el ejemplo de nuestro santo.
Defender la sana doctrina
San Antonio, una vez iniciada su actividad pública en Italia, no descansaba en su afán por acercar a las gentes a Dios y a la práctica religiosa, consciente de que no era posible conseguir la paz en las familias ni entre quienes tenían la responsabilidad del gobierno de las ciudades, si sus vidas no estaban ordenadas, conforme a la Ley de Dios y las personas llevando una vida ordenada.
Tampoco cejó San Antonio de luchar contra las herejías, refutando con energía las tesis que difundían los herejes presentes en las ciudades italianas de Rímimi y Bolonia Pero no contento con esta actividad, no exenta de peligros, se trasladó a Francia, a solicitud de San Francisco, al que había pedido el Papa Gregorio IX, que junto con los dominicos fueran a luchar contra las herejía de los cátaros en el sur de Francia, predicando en Montpellier y Toulouse.
En la actividad apostólica de San Antonio en Francia no faltó la oportunidad de mostrar la bondad de Dios hacia nuestro santo, ya que en más de una ocasión realizó, con la ayuda de Dios, milagros de bilocación (estar presente en dos lugares al mismo tiempo).
San Antonio no buscó el descanso mientras la Iglesia y el pueblo necesitaba de la predicación, para lograr la conversión y el cambio en las costumbres. Fue un gran denunciador de los usureros que prestaban dinero a los necesitados; en Padua se puede constatar los frutos de esta predicación en la Capilla de los Scrovegni.
Comité de Redacción
[1] Libro “San Antonio de Padua” – P- Thomas de Saint-Laurent – Ed. EL PAN DE LOS POBRES