Más de un personaje ha dicho que, es muy bueno perdonar a aquellos que te hacen sufrir, porque te adiestran a elevarte sobre ti mismo. No creas que pareces más débil por eso. Hace falta hacerse más fuertes para la misericordia que para la venganza. Y esta postura es muy buena para la paz y alegría.
Siempre algo bueno tienen los demás. Cuentan de Santa Teresa de Jesús que jamás había sido sorprendida en una falta de caridad, ni una acritud, ni gesto de enfado hacia los demás. Un día, sus monjas quisieron probarla. Había acampado junto a las tapias del convento, una tribu de gitanos. Las monjas, en el recreo acusaron todas a coro: “¡que gente, madre!, toda la noche la pasaron en discursiones y gritos y palabrotas”. La Madre Teresa escuchaba en paz, sonriente. Y cuando acabó el coro de acusaciones contra los gitanos, ella remató la charla con esta observación: “sí, es verdad todo; pero…son tan graciosos y bailan tan bien”. No hay que sellar a nadie con el espíritu del mal. Una postura de sembrar paz y alegría y de benignidad, no es “dejar correr el agua” de tanto mal que existe y que siempre es condenable. Es mirar de otro modo al “malo” que acaso, no es tan
malo como parece y tiene en su alma, recónditos, muchos resortes para el bien.
El sol cada día extiende sus rayos encendidos, despertando con su luz y calor los espacios dormidos y vivificando a la tierra, a todos, buenos y malos. Hermoso símbolo esto del sol para ser así nosotros en sembrar bien, paz y alegría.