Llevado por la imaginación y el recuerdo nostálgico de su tierra durante su estancia en París, Javier Ciga Echandi pinta algunas escenas costumbristas reflejo de la idiosincrasia vasca.
A la sombra de un robusto árbol central un grupo de hombres y mujeres forman una cadena, por parejas, enlazados por un pañuelo, azul o rojo. Es la danza social que a lo largo de la historia más se ha bailado en Vasconia: la “soka-dantza” o "danza de cuerda". Ataviadas a la manera tradicional las parejas giran en torno del árbol, junto al que, improvisadamente sobre una mesa, el “tixitulari”, da vida al baile con el agudo y dulce sonido de su txitu, acompañado por el tamboril.
Andando despacio en sentido contrario a las agujas del reloj, sin detener el movimiento, el primero de la “cuerda” ejecutará una danza solista. Tras esto hace un "puente" dando la mano al siguiente para que todos pasen por debajo. Tras el puente, la cuerda se detiene y los dos que lo formaron se dirigen hacia el centro y bailan uno enfrente de otro.
De los caseríos vecinos acuden para participan de la distracción y disfrutar de la música. Es domingo. Adivinamos el rostro de admiración de la niña con vestidito azul que vemos de espaldas. Al fondo, la ermita. Una señora vestida de negro, con su nieta de la mano, de rojo, regresa de dar el acostumbrado paseo, y les observa al salir del pequeño templo.
La escena transmite una alegría serena. El propio pintor lo refleja con los tonos claros y suaves de su pincelada. Nada de ritmos trepidantes, ni volúmenes ensordecedores, ni contorsiones. Es el entretenimiento propio de una vida en calma, una vida razonable, temperante y tranquila que a los viciados en la excitación y frenesí de la vida moderna puede resultar extremamente tediosa.
Javier Ciga Echandi (Pamplona, 1877-1960) es uno de los pintores navarros más destacados del siglo XX. Comenzó su formación en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona con Carceller, Zubiri y García Asarta. Después, entre 1909 y 1911 se trasladó a Madrid, matriculándose en la Academia de Bellas Artes de San Fernando donde obtuvo el título de profesor, con cinco diplomas de primera clase y la medalla de oro. Culminó su formación con una estancia en París entre 1912 y 1914, ciudad en la que participó en el Salón de Primavera en 1914 con su cuadro 'El mercado de Elizondo', alcanzando un gran reconocimiento. La importancia de Ciga se debe asimismo a su dedicación a la enseñanza artística en Pamplona. Numerosos pintores navarros son considerados sus discípulos, bien por haberse formado en su academia, bien por reconocer la influencia que este autor tuvo en su obra.