El mes de mayo suele ser un mes muy agraciado. Además de ser uno de los meses más bonitos y agradables del año, es el mes de la Virgen y se celebra, como ya hemos dicho, el Día de la Madre.
La verdad que el día de la madre deberían ser todos los del año, pues las madres, aquí incluyo por supuesto a las abuelas, están las 24 horas del día y los 365 días del año pendientes de sus hijos y de sus nietos.
Pero reconozco que es bueno que dediquemos un día al año para hacer un homenaje especial a las madres, a nuestras madres, ya estén vivas o hayan fallecido. Ellas lo dan todo por sus hijos y merecen que de una forma especial les digamos lo mucho que las queremos y cuánto agradecemos sus desvelos y sus cuidados.
Es más me parece que en hoy en día es más necesario que nunca ese reconocimiento y esa gratitud, pues noto como cierta política impregnada de ideología de género quiere cambiar los roles y la figura que la madre siempre ha tenido.
Comprendo perfectamente que la mujer quiera y se le den las mismas posibilidades que al hombre para incorporarse a la vida laboral.
Comprendo que la mujer pueda acceder a determinadas áreas que antes se le estaban vetadas. Comprendo que el hombre deba implicarse en ciertas tareas domésticas que antes casi que eran de la exclusividad de la mujer.
No entiendo, en cambio, que para que la mujer pueda tener los mismos derechos que el hombre en todos los campos y que puedan aportar sus méritos, sus conocimientos y sus habilidades tenga que haber como que una especie de lucha de clases entre el hombre y la mujer.
No entiendo tampoco que la mujer para ser igual que el hombre tenga que perder aquello que por definición y por esencia la diferencia fundamentalmente del hombre: su fe-minidad, su instinto maternal, su cariño, su delicadeza, su innegable paciencia y tacto con los hijos y, en fin, tantos y tantos atributos que le dibujan su perfil de mujer y de madre.
Sé que actualmente estas afirmaciones puedan ir en contra de una corriente ideológica que lamentablemente cada vez está ganando más terreno y quiere imponernos un tipo de mujer y un tipo de hombre que, mutilando aquello que los complementan, quieren fundirlos en una especie del mismo género.
Sin embargo, mientras haya un mínimo de racionalidad y de sentido común por mucho que avancen los derechos de la mujer, y así lo queremos todos, siempre habrá un nota diferencial que sea el complemento para el cual Dios los llamó y los creó cuando dijo “no es bueno que el hombre esté solo”.
Concluyo con un poema anónimo que he encontrado en internet dedicado a las madres:
Quiero agradecerte
que estés en mi vida.
Sé que puedo contar contigo
en momentos difíciles,
sé que contigo puedo
compartir mis alegrías,
y sé que nuestra amistad
se sustenta en mutuo amor.
Que seas mi mamá y mi amiga
es el más preciado tesoro que
agradeceré a Dios eternamente.
Gracias por llenar mi vida
con tanta felicidad.
¡Te amo mamá!