otras más graciosas unidas entre ellas por diferentes tonos que forman un “Carillon”, capaces de interpretar preciosos cánticos antiguamente tocados a mano, ahora eléctricamente. Las campanas de la catedral de Liverpool (la central pesa 14 toneladas) son famosas por tener el repicar más fuerte del mundo.
Son como mensajes sonoros lanzados al cielo y seguramente que acercan a los ángeles. Las campanas de Notre Dame de Paris tocaron el 18 de abril de 1802 anunciando el fín de los errores de la Revolución con la firma del Concordato en el tiempo del Primer Cónsul Bonaparte.
En otra ocasión, en Madrid, el 2 de octubre de 1928, repicaron las campanas de Nuestra Señora de los Ángeles el día de su Patrona, momentos después de haber recibido San Josemaría una luz extraordinaria sobre la fundación del Opus Dei, en medio de una oración intensa, sin saber aún cómo ni cuándo empezar este encargo divino.
En todo caso, nos emocionan las campanas, nos pueden hacer llorar de alegría o de pena, pero los hombre necesitamos de estos aldabonazos para despertar ¡Benditas sean las campanas!
Campanarios, seguridad y belleza
Los campanarios son generalmente las torres que albergan las campanas, las protegen de las intemperies y por su altura, lanzan bien arriba su sonido hasta las nubes y las montañas. Los campanarios además dan cierta esbeltez a las iglesias, mucha personalidad y belleza, dentro de los gustos de cada época y de cada país. A buen seguro que los peregrinos de Santiago de Compostela venidos de todos los puntos de Europa se alegraban antaño como ahora al divisar a lo lejos la torre de alguna iglesia en el fondo de un valle, entre el campo florido, recuerdos de siglos pasados que dejaron su semilla de fe, hasta vivir el impacto impresionante e inolvidable de la llegada a la maravillosa catedral de Santiago más aún si repican las campanas. Las dos torres de la catedral de Chartres se distinguen desde el principio de una carretera recta de siete kilómetros, es un efecto óptico emocionante para la gente sensible a esta clase de sensaciones. En el curso de un viaje en coche o en tren, nos pueden llamar la atención los campanarios de pequeñas iglesias de aldeas humildes y sencillas. ¡Ojalá pudiéramos tener el corazón dispuesto para saludar al Señor que está dentro, solo, esperando nuestras comuniones espirituales!
Parece que nos quieren hablar las torres hermosas de las catedrales, con toda su majestad. Son testigos de piedra de la historia, son Evangelios, exponen su belleza con mucho señorío, merecen toda nuestra admiración por el arte y el ingenio de los hombres que las han diseñado y de los artesanos que las han construido con mucho amor y orgullo profesional.
“La belleza es la gran necesidad del hombre” (Benedicto XVI) No perdamos nunca la facultad de maravillarnos, de apreciar todo lo bello que hemos heredado de los tiempos pasados. La belleza, la bondad y la verdad son de Dios y perdurarán siempre.