El Pontificado en el siglo X
Los causantes principales de este desprestigio del Pontificado y de la Iglesia fueron Teodora, la Mayor y la Joven, y Marozia, así como también Alberico de Espoleto y otros príncipes seculares, todos los cuales ejercieron algún tiempo un dominio absoluto sobre los Papas. Los condenaron a una verdadera inactividad, o bien impusieron como Papas a hombres indignos. Precisamente en estas difíciles circunstancias del Pontificado apareció, más que nunca, la protección divina. El colmo de todo se llegó al ser elevado al solio pontificio Juan Xll (955-964), hijo de Lamberto de Espoleto, quien con sus liviandades fue el mayor descrédito de la Iglesia.
Intervención del emperador Otón l
Otón I, quien después de restaurar el Imperio gozaba de gran prestigio, acudió a Roma el
año 962; fue coronado emperador y aseguró al Papa en sus dominios. Es lo que se llama el pacto otoniano, una renovación de la donación de Carlomagno. Sin embargo, apenas Otón I se hubo alejado de Roma, Juan XII, con su ligereza de carácter, suscitó innumerables quejas de todos. Entonces volvió Otón I, el año 963, y mientras Juan XII se escapaba de Roma, lo hizo deponer en una asamblea romana. En su lugar fue nombrado el antipapa León VIII. Muerto éste en 966, los romanos eligieron a Benedicto V, que era el Papa legítimo. Pero, vuelto a Roma Otón I, el asunto se arregló de un modo inesperado; pues habiendo renunciado Benedicto V y muerto el antipapa, fue elegido en inteligencia
con el emperador, Juan XIII, a todas luces legítimo.
Otón II y Otón 111 (973-1002)
Al desaparecer la mano fuerte de Otón I, cayeron los Papas bajo la dependencia de los Crescencios, descendientes de las Teodoras, quienes llegaron a matar al Papa Benedicto VI (973-974), en cuyo lugar fue colocado ilegítimamente Bonitacio VII, denominado Bonifacio Franco, que fue uno de los Papas más indignos. Entonces acudió a Roma Otón II, y el Papa escapó. La Iglesia gozó unos años de paz con Benedicto VII (974-983), e incluso comenzó un período de reacción prometedora. Pero muerto Otón II en 1183, volvió Bonifacio Franco, dejó perecer en la cárcel al Papa legítimo y obligó a todos a reconocerle a él. Sin embargo, duró poco esta deshonra del Pontificado, pues murió a manos del pueblo el año 985.
De nuevo hubo un conato de revuelta, y el dux Johannes Crescentius trató de dominar a
los Papas; pero el joven Otón III se impuso, hizo decapitar a Crescencio y recluir al intruso
Johannes Philagatus, y, bajo su protección fueron elegidos dos Papas, Gregorio V (996 999), alemán, y Silvestre II (999- 1003), francés, que dieron días de paz y bienestar a la Iglesia.
Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.J.