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El Cisma de occidente

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La época de la crisis se abrió con el choque entre Bonifacio VIII y el rey de Francia, Felipe el Hermoso, en la búsqueda de la primacía en cuanto a poder sobre los destinos de los hombres.

A la muerte de Bonifacio VIII, Clemente V traslada el papado de Roma a Aviñón, Francia. En Aviñón, el Pontificado se afrancesó y perdió universalidad: franceses fueron los siete papas que allí se sucedieron y casi el 90 por 100 de los cardenales.

La vuelta del papa a Roma era el común anhelo de los mejores espíritus de la época. Por fin, Gregorio XI (1370-1378) se resolvió a abandonar definitivamente Aviñón e hizo su entrada en Roma, entre el fervor popular, en enero de 1377.

Dos fueron los grandes protagonistas que jugaron un papel decisivo en los orígenes del Cisma occidental: el Colegio de cardenales y el pueblo romano. El Sacro Colegio, llamado a elegir en Roma al sucesor de Gregorio XI fallecido poco después de su vuelta de Aviñón, contaba con una gran mayoría de miembros franceses, como ocurrió durante

todo el período aviñonés. El pueblo romano deseaba ardientemente la elección de un papa italiano, para eludir el peligro de un nuevo retorno del Pontificado a Aviñón. En un clima de pasión popular y tumultos callejeros, el Cónclave eligió papa  el 8 de abril de 1378 al italiano Bartolomé Prignano, arzobispo de Bari, que tomó el nombre de Urbano VI (1378-1389). Pocos meses más tarde, la mayoría francesa del Sacro Colegio abandonó Roma y denunció como inválida la pasada elección papal, por haber votado los electores sin libertad, bajo el peso de la coacción del pueblo. Este grupo mayoritario de cardenales en septiembre del mismo año designó papa a uno de ellos, el cardenal Roberto de Ginebra, que tomó el nombre de Clemente VII (1378-1394). Clemente se instaló de nuevo en Aviñón, los dos papas electos se excomulgaron el uno al otro y el Cisma quedó abierto.

En 1408, cuando habían transcurrido ya treinta años desde el comienzo de la escisión, Gregorio XII era papa en Roma y Benedicto XIII, Pedro de Luna, encabezaba la obediencia de Aviñón. Un grupo de cardenales romanos y otros de aviñoneses resolvieron entonces celebrar un concilio para, de este modo, poner  fin al Cisma. El concilio, reunido en Pisa en 1409, declaró depuestos a los dos pontífices reinantes y eligió un nuevo papa, Alejandro V. Mas esta elección, lejos de poner remedio, no hizo más que aportar un nuevo elemento de confusión: los papas de Roma y Aviñón rehusaron abdicar, con lo que la Cristiandad quedó dividida no ya en dos, sino en tres obediencias. Finalmente, después de muchos problemas, el cardenal Otón Colonna fue elegido papa con el nombre de Martín V (1417-1431) y reconocido por toda la Cristiandad: el cisma de occidente había terminado.

“Historia breve de la Iglesia” Concepción

Carnevale. Cortesía de www.catholic.net

para la Biblioteca Católica Digital