Dios les envió con frecuencia profetas para reprenderlos y para hacerlos volver, juntamente con sus súbditos, al culto verdadero; pero en vano, pues despreciaron las amenazas de los profetas, cuando no los arrojaron, desterraron o dieron muerte. Tantas iniquidades cansaron la misericordia del Señor, de suerte que abandonó al rey y al pueblo en las manos de sus enemigos. Oseas fue el último rey de Israel. Éste trató al principio de sacudir el yugo de los asirios, de los cuales era tributario. Indignado por esto el rey Salmanasar, sitió a Samaria con un poderoso ejército. Después de tres años de cerco se apoderó de la ciudad, hizo prisionero a Oseas y le cargó de cadenas. Subyugó en seguida, a su antojo, a todo el reino de Israel, y juntamente con Oseas se llevó cautivos a los israelitas a Asiria y Media, de donde no volvieron jamás. (Año del mundo 3283)
Los israelitas en Asiria
Los israelitas en Asiria tuvieron que sufrir una dura esclavitud; muchas veces hasta llegó a faltarles un pedazo de pan con que acallar el hambre y un vestido con que cubrirse. Muchos fueron muertos y sus cadáveres arrojados fuera de los muros de la ciudad para servir de pasto a las aves de rapiña y a otros animales feroces, sin que fuera posible darles sepultura; pues lo prohibía una ley bárbara. De esta suerte, ese pueblo que permaneció sordo a los repetidos avisos de los profetas, expió la pena de sus infidelidades.
Virtudes de Tobías
Dios que siempre es bueno, envió un consolador a los pobres israelitas. Fue éste, el piadoso Tobías, hombre educado en el santo temor de Dios y que ha despertado la admiración de todos por su heroica piedad y paciencia. Llevado esclavo con los demás de su nación, en vista de la opresión que padecían sus hermanos, se dedicaba a consolar a los afligidos, a dar comida y vestido a los necesitados y sepultura a los muertos. Apenas llegaba a su conocimiento que el cadáver de algún israelita se hallaba en algún rincón insepulto, dejaba cuanto tenía entre manos, iba en su busca y, hallándole, le llevaba a su casa y le enterraba, amparado por la oscuridad de la noche.
Como llegaran a oídos del impío rey de los caritativos oficios del buen Tobías, dio orden de que se le despojara de todos sus bienes y se le diera muerte. No obstante, el Señor le salvó y, eludiendo la cólera del rey, vivió escondido con su mujer e hijo en la casa de unas piadosas personas. Después de que aquél príncipe cruel fuera asesinado, Tobías pudo reanudar el hilo de sus caritativas solicitudes. Un día que acababa de sentarse a la mesa, fue su hijo a anunciarle que yacía un cadáver en la plaza. Se levantó al instante, llevó ocultamente el cadáver a su casa y le dio piadosa sepultura durante la noche, dando de esta manera a conocer cuánta era su constancia y su ardor en el ejercicio de la caridad.
Paciencia de Tobías
El Señor puso a prueba la virtud de Tobías, enviándole grandes trabajos. En cierta ocasión que volvía a su casa hacia el amanecer, después de haber pasado toda la noche sepultando muertos, rendido por el cansancio, se acostó junto a una pared, en la cual había un nido de golondrinas. Mientras dormía cayó sobre sus ojos un poco de excremento caliente de esos pájaros y quedó ciego. En este infeliz estado permaneció fiel a Dios. Nada temía más que el pecado, y huía hasta de lo que tenía sombra de él. Su mujer, que le suministraba el sustento con el trabajo de sus manos, llevó un día a casa un cabrito que le había sido regalado. El ciego Tobías lo oyó balar y le dijo a su mujer:
– Mira que ese cabrito no sea hurtado; si es así haz luego diligencias para devolvérselo a su dueño. Porque no es lícito tocar lo que no nos pertenece, por poco que sea.
Historia Sagrada. San Juan Bosco