En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
- Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.
Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
- Hijo de David, ten compasión de mí.
Jesús se detuvo y dijo:
- Llamadlo.
Llamaron al ciego, diciéndole:
- Ánimo, levántate, que te llama.
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
- ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
- Maestro, que pueda ver.
Jesús le dijo:
- Anda, tu fe te ha curado.
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Usted está aquí
Maestro, haz que pueda ver
Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,46-52
Evangelio del día — 26/05/2016