Y más aún cuando rezamos eso de sujetar “a los reyes con argollas” y, por si no es bastante, “a los nobles con esposas de hierro”… ¿Qué resolución es ésta?
Lo primero que habría que decir a los que cogen eso al pie de la letra, es que lo apliquen a todo el salmo. ¿Por qué no lo cantan al Señor con danzas, usando tambores y cítaras? Pues que dancen y toquen los pífanos, en honor del Señor, creador, y después que se apliquen a la letra lo otro.
Me explico: estamos hasta el gorro de la interpretación, en el materialismo dialéctico, del estupendo “Magnificat” que pronunció María, la Virgen, cuando escuchó pasmada, las flores que le dedicaba su vieja prima y estéril hasta hacía muy poco, la buenísima de Isabel consorte del señor Zacarías. Le dice ahí eso de derribar del trono a los poderosos; de despedir vacios a los ricos (lo cual es menos subversivo)… Y se monta una soflama religioso-revolucionario de no te menees. Pero, eso sí, se guarde calculado silencio cuando esa misma doncellita dice, en primer lugar, que se alegra su espíritu en su Dios salvador; que agradece que se haya fijado en la humildad (mejor que humillación, dicen los peritos) de su esclava… que por eso, las generaciones (incluidos estos tipos que usan el evangelio como metralleta) le llamarán dichosa. Y que su misericordia, la de Dios, llega a sus fieles de generación en generación…
¿Se puede decir eso de los que incitan al odio valiéndose de las hermosas palabras de María?
Esta operación adúltera se viene realizando con el salmo que comento, el 149, y algunos lo declaman, en el pasaje que les conviene, para incitar a la lucha de clases, con un lenguaje, por cierto, que parece inspirado en tomazo de “El capital” de un señor llamado Carlos.
Pues que sean coherentes: y si insisten en lo de la “espada en los filos de las manos” que también ejerciten lo precedente: “con vítores a Dios en la boca”. Y que recuerden que si el Señor ama a su pueblo, lo que hace es adornar con la victoria a los humildes. Y no a los soberbios que se valen de la Palabra de Dios para arrear estacazos en la cabeza a los que no piensan como ellos. Dicho sea todo con el mayor respeto hacia las personas.