Podemos hablar entonces de heroísmo el poder conservar el buen humor cara a “la galería”. Se necesita vivir en nuestro interior unas virtudes muy cristianas de santidad: gracia de Dios, paz interior, paciencia, generosidad, empatía, mucha fe, olvido de sí mismo, optimismo, agradecimiento, olvidar y saber perdonar. Tener la sonrisa en los labios es la mejor compañera del camino. Por eso se puede hablar del “milagro del buen humor”, con la ventaja de que sus efectos son dobles: las personas de buen humor disfrutan en general de mejor salud, creen en el poder de la sonrisa, saben poner un freno a su rabia, a su egoísmo, a su rencor, eliminan los pensamientos negativos que no nos ayudan nunca. En cambio, las personas que reciben una sonrisa y un haz de buen humor se encuentran iluminadas por una luz de cariño, de ánimo, de empatía. ¿Quién no está necesitado de cariño?
Hasta el más insignificante de los jardineros o de los barrenderos agradecen unas palabras de ánimo por su trabajo bien hecho. Es que sonreír o decir un piropo bonito dignifica a la persona, es uno de los mejores métodos para luchar contra la agresividad ambiental de nuestros tiempos, en la calle, entre los conductores de vehículos, en los comercios, en las familias.
Como dice nuestro querido Papa Francisco, tenemos que salir de nosotros mismos, fijarnos en todos los que nos rodean y hacerles felices, dentro de nuestras posibilidades, empezando por nuestra familia o nuestra comunidad. Hay infinidad de oportunidades, basta abrir un poco más los ojos y el corazón será siempre una bendición para todos, porque el buen humor va mucho más allá que una dimensión simplemente pasajera. Es transmitir una dulzura que penetra hasta el fondo del alma del otro.
Muchos de nuestros Santos han logrado vivir la sonrisa y la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Qué ejemplos tenemos con San Francisco de Sales, con Bernadette Soubirou, con Santa Teresa del niño Jesús, con la hermana Teresa de Calcuta, con el pronto beatificado don Álvaro del Portillo y tantos más!
Conviene comentar más los hechos de las personas buenas que viven en profundidad lo que nos escribe el Papa Francisco en su exhortación apostólica “Evangeli Gaudium”. ¡Ojalá nos iluminen sus palabras y su ejemplo de vida, uniendo la sencillez, la verdadera alegría de vivir en la órbita de Dios y conservar muchas veces con lucha el milagro del buen humor. Así caminamos en el sendero de la santidad.