San Federico de Utrecht, Obispo y Mártir, nació en esta misma ciudad a finales del siglo VIII. Fue educado por el obispo san Sigfrido, que una vez completados sus estudios eclesiásticos le ordenó sacerdote. A la muerte del santo prelado, tanto el clero como el pueblo decidieron que nadie como Federico sería capaz de seguir el camino emprendido por el obispo Sigfrido.
La humildad del joven clérigo fue el único obstáculo que tuvieron que salvar. Tuvo que continuar la moralización del clero, ardua y espinosa labor que había iniciado su predecesor. Especialmente en la isla de Walcheren (mar del Norte) habían llegado a la más burda inmoralidad. La tenacidad y sobre todo el buen ejemplo de Federico pudo más que la depravación.
Lluchó también contra los arrianos de Frisia, que volvieron al seno de la Iglesia. El humilde obispo tuvo que sacar fuerzas de flaqueza y luchar en todos los frentes que tenía abiertos. Reprendió a la emperatriz Judit, segunda esposa del emperador Luis, por considerar incestuosa esta unión.
Un día en que estaba celebrando una misa de acción de gracias tras una visita pastoral por toda la diócesis, entraron en la iglesia dos asesinos que acabaron con él. Nunca se supo qué mano oculta movió a los verdugos.
Esto ocurrió el 18 de Julio del 838, fecha en que celebran los Federicos su onomástica. Otros santos de este nombre son celebrados por la Iglesia el 4 de Agosto, el 4 y el 30 de Septiembre, el 29 de Noviembre y el 19 de Febrero.