La crisis de fe y de valores en la que estamos sumidos nos lleva a una gran necesidad de testigos, que propongan una vida llena de coherencia y sentido. Estamos ante el tema del corazón que habla al corazón (cor ad cor loquitur), que el Cardenal Newman vivió y expuso con verdadera maestría. Una fe propuesta desde las razones del corazón es más convincente, porque tiene la fuerza de la credibilidad personal. Es lo que Benedicto XVI ha llamado la propuesta creyente que brota de la necesidad misma de todo acto de fe. Por eso, el desafío permanente es poder conjugar la fe vivida con la comprensión intelectual de la misma y viceversa. La fe lleva a descubrir que el encuentro con Dios valoriza, perfecciona y eleva lo que es verdadero, bueno y bello en el hombre. De este modo, se da la circunstancia de que, mientras Dios se revela y se deja conocer, el hombre llega a saber quién es Dios y, conociéndolo, se descubre a sí mismo, su origen y su destino, así como la grandeza y la dignidad de la vida humana.
Creer
2. Existe en nuestro uso diario un sentido propio del término “creer”. En este caso, la palabra “creer” conlleva tal fuerza que no puede ser sustituida por otras palabras que usamos con frecuencia pero que están vacías de sentido. Decimos, por ejemplo, a una persona digna de confianza y veraz: ¡yo te creo!, ¡creo en ti! El que cree en el sentido propio de la palabra, acepta un determinado contenido como real y verdadero en virtud del testimonio de alguien a quien otorga su confianza. Aunque no conozca una cosa por tener un saber propio y directo de ella, la afirma, sin embargo, con certeza auténtica, ya que se fía de Aquel que le garantiza que tal cosa es verdad.
Confianza
3. El que cree cuenta con una persona de la que se fía. El creer se realiza sobre la base de una relación de confianza entre dos personas. Creer supone también la aceptación de aquello que el otro nos atestigua. Los medievales condensaban la riqueza de la palabra “creer” con esta frase: le corresponde a la fe creer algo y creer a alguien, en términos de Santo Tomás el más grande de los teólogos de todos los tiempos.
Creer lo que no se ve
4. Cuando alguien dice que cree en Jesús, declara que se fía de Él y que acoge todo lo que Él nos propone en nombre de Dios mismo, es decir, el Evangelio. Es importante subrayar que el que cree tiene que habérselas con alguien, con un tú en quien el creyente se abandona sin reservas. El que cree, aunque no conozca, ni vea el objeto de su creer, lo considera real y verdadero, fiándose de un testigo veraz. En este sentido, podía decir san Agustín: Creduntur absentia (se cree lo que no se ve). No obstante, el que cree debe también, de alguna manera, comprender como si viera al invisible. En efecto, una noticia totalmente incomprensible no podría ser noticia, ni mucho menos una buena noticia, un evangelio. Tomás de Aquino en el siglo XIII escribía: Nadie podría asentir en la fe a una afirmación si no la comprendiera de algún modo.
Lo principal es la persona
5. Teniendo en cuenta que lo principal es la persona, a cuyas palabras se otorga el propio asentimiento, nos damos cuenta que esa es la esencia y la entraña del cristianismo. Se puede admirar a Jesús sin ser por ello cristiano, se puede pensar en un cristianismo cultural, en un cristianismo de tradición, en un cristianismo cuyas elevadas realizaciones a lo largo de la historia son dignas de admiración. Puede perfectamente sentirse una gran admiración por Jesucristo sin creer en él. Es el caso del novelista francés André Gide, cuando en su Diario dice: “En palabras de Cristo hay más luz que en cualquier otra palabra de hombre. Pero esto no es suficiente para ser cristiano. Más allá de esto, todavía es necesario creer. Pues bien, yo no creo”. Es decir, propiamente hablando no se puede ser cristiano si no se cree en Jesucristo. En consecuencia, en el cristianismo se trata de recibir, de acoger, de sentirse absolutamente amados. Creer es un asentimiento que va acompañado de una búsqueda, una inquietud que desearía ver lo que en la fe se cree por la palabra de Jesucristo, el testigo fiel.
Conocimiento sobre Dios
6. La fe permite un conocimiento auténtico sobre Dios, que implica a toda la persona humana: se trata de un "saber", un conocimiento que le da un sabor a la vida, un nuevo gusto a la existencia, una forma alegre de estar en el mundo que proviene de la Sabiduría de Dios. Esta fe se expresa en el don de sí mismo a los demás, en la fraternidad que nos hace solidarios, capaces de amar, derrotando la negatividad que nos impide ser felices.