A primeros del siglo IV llegaba a España, procedente de Roma, el impío y sanguinario Daciano, con todos los poderes de su Emperador para acabar de una con los seguidores de Jesucristo. Venía precedido de un terrible nombre como sembrador de surcos de sangre inocente por el único delito de hacer el bien, de perdonar y querer a todos y de seguir la doctrina de uno que había muerto por la salvación de todos.
El gran poeta cristiano Aurelio Prudencio dedica este sencillo recuerdo en su poema Peristephanon a la historia de estos dos invictos hermanos los santos Justo y Pastor: "Siempre será una gloria para Alcalá el llevar en su regazo la sangre de Justo con la de Pastor, dos sepulcros iguales donde se contiene el don de ambos: sus preciosos miembros".
¿Quiénes eran estos dos invictos niños? Eran hermanos y vivían en Alcalá de Henares en una familia modelo por sus virtudes cristianas. Sus padres les habían educado en el santo amor de Dios, y la virtud de la fortaleza, como don del Espíritu Santo que habían recibido con el santo Bautismo, iba creciendo de día en día en sus tiernos corazones. De su edad nos dice uno de los himnos litúrgicos de su fiesta: "Justo apenas contaba siete años; Pastor había cumplido los nueve".
Pasó bastante tiempo después de esta persecución de Daciano hasta que pudieron dar con los cuerpecillos de estos dos niños hermanos. Debemos a San Ildefonso (+ 667) sabrosas noticias sobre el hallazgo de sus cuerpos que a la vez nos proporcionan muy interesantes datos sobre su vida y martirio. Dice este Santo Doctor que el hallazgo de estos benditos cuerpos que sufrieron de tan niños el martirio por Cristo, se debe al Obispo de Toledo llamado Asturio. Este santo obispo no paró hasta dar con ellos y en su honor edificó una Iglesia en Alcalá y les amó tan entrañablemente que ya no quiso volver a su sede toledana y quiso permanecer al lado del sepulcro de estos heroicos niños hasta su muerte. A él, a Asturio, se deben los textos litúrgicos de la Misa y Oficio de los hermanos Justo y Pastor. En ellos trae esta oración: "Verdaderamente santo, verdaderamente bendito Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que robusteció la infancia de sus pequeños Justo y Pastor para que, a pesar de su tierna edad, pudiesen soportar los tormentos del perseguidor, y que en ellos se dignó hablar por el don de la gracia, cuando ambos se estimulaban mutuamente para el martirio, quienes habían de alcanzarlo, no por la fortaleza de su cuerpo, sino de su espíritu... Te pedimos que merezcamos vivir con la inocencia de aquellos cuya fiesta solemne celebramos hoy. Por Cristo Señor y Redentor eterno".
Los dos hermanos eran como una sola cosa. Vivían unidos no sólo por los lazos de la carne sino también por los mismos gustos: Juntos comían, juntos dormían, juntos estudiaban. Juntos iban al colegio. Juntos a los rezos... Bien pudo cantar el poeta: "Lo que ama o quiere Pastor, eso quiere también Justo; lo que a éste le da disgusto, también disgusta al mayor. Si el uno al martirio aspira, por morir otro suspira; y al cruel cuchillo los dos, el cuello ofrecen por Dios, que desde el cielo los mira".
San Ildefonso de Toledo en su apéndice a su obra Varones ilustres, dice: "Mientras eran conducidos al lugar del suplicio mutuamente se estimulaban los dos corderitos. Porque Justo, el más pequeño, temeroso de que su hermano desfalleciera, le hablaba así: "No tengas miedo, hermanito, recibe tranquilo el golpe de la espada"... Sonrientes, mueren por Cristo por el año 304.