San Antonio debe su fama y popularidad a los numerosos prodigios que realizó durante su vida y después de su muerte. Uno de ellos fue este que vamos a relatar. Cristo concedió el don de milagros a los primeros predicadores del Evangelio, para marcar su predicación con el sello divino. Siempre, Dios ha querido probar con señales indudables la doctrina del Maestro y conducirnos así a la verdadera religión.
Cierto día, discutía San Antonio con un hereje, que se negaba a admitir el misterio de transubstanciación (conversión del pan y el vino en el cuerpo y sangre de Jesucristo). Antonio acumulaba pruebas de la Sagradas Escrituras y de la Tradición, pero todos sus esfuerzos chocaban con la obstinación de aquél infeliz; en vista de ello decidió cambiar de táctica y le propuso una prueba:
· Usted tiene una mula que utiliza para montarla. Voy a presentarle una hostia consagrada; si se postra ante el Santísimo Sacramento, ¿admitirá la presencia real del Salvador en las especies eucarísticas?
· Sin duda, respondió el incrédulo, que esperaba poner en una situación embarazosa al apóstol con semejante apuesta.
Tres días después
Acordaron realizar la prueba tres días después, tiempo que aprovechó el hereje, para tener a la mula sin comer y garantizarse el éxito en la apuesta.
Antonio durante esos días se preparó redoblando sus oraciones y sacrificios. En el día y hora fijados nuestro santo salió de la iglesia con la custodia en sus manos, para ir al encuentro del incrédulo, que venía del otro lado de la ciudad, sujetando a la hambrienta mula.
Una multitud considerable se agrupaba en la plaza, llena de curiosidad por presenciar espectáculo tan singular. Con una sonrisa en los labios, el dueño de la mula colocó, delante de la misma, un saco de avena, pero la mula, pese a llevar tres días sin comer, se desvió del alimento y se dirigió hacia Antonio, que sostenía la custodia, y dobló las patas ante el augusto Sacramento, para no levantarse hasta que recibió permiso del Santo.
El efecto que produjo el milagro en la multitud fue grandioso y el hereje mantuvo su palabra y se convirtió, lo mismo que varios de sus correligionarios, que abjuraron de sus errores.
En 1417 en la ciudad de Rímimi se construyó una capilla destinada a conmemorar y recordar este acontecimiento.
Predicación y evangelización
Hasta finales de 1224 siguió Antonio predicando por el Norte de Italia; en estas fechas, los superiores de los Frailes Menores, atendiendo a la solicitud del Papa, tuvieron que reforzar, junto con los dominicos, sus misiones en el Sur de Francia, donde la implantación de la herejía albigense estaba haciendo estragos en la fe del pueblo. Antonio fue uno de los predicadores enviados a la nueva misión, que, como siempre, aceptó con gran espíritu de obediencia y de entrega al apostolado.
Los años de su estancia en Francia, supusieron un gran trabajo de predicación y evangelización para Antonio y sus compañeros frailes, así como para los dominicos, ya que la herejía albigense se había implantado con fuerza y era necesario luchar no sólo para convertir al pueblo, sino también cambiar las costumbres de la nobleza y clases dirigentes, que debían ser ejemplo para el pueblo con su forma de pensar y vivir.
Veremos que los años de su estancia en Francia fueron muy provechosos, ya que le permitieron, además de realizar una fecunda labor de apostolado y predicación, fundar nuevos conventos de Frailes Menores, asistir a reuniones de Iglesia, como el Sínodo de Bourges, donde tuvo ocasión de dirigirse a los obispos y sacerdotes presentes.
Comité de Redacción