En este monasterio adquirió su formación intelectual, siguiendo la escuela agustiniana, según la escuela de los “victorinos de París, donde se habían formado los maestros de Santa Cruz[2]. Durante su estáncia de nueve años en Coímbra, Fernando fue ordenado sacerdote, sin que se pueda fijar con exactitud la fecha de la ordenación.
Una experiencia que marca su vida
Después de su ordenación sacerdotal, a Fernando se le encomendó el cuidado de la hospedería anexa al monastério. Esta modesta tarea, que la obediencia le confiara, le dió ocasión para conocer a los Frailes Menores, que se habían establecido en Portugal en el año 1217. La reina Doña Urraca[3] los había acogido con particular benevolencia, concediéndoles, en los alrededores de Coimbra, un pequeño cenobio que se erguía en una colina entre grandes Olivares, que le dieron nombre al convento: San Antonio de los Olivares.
Era habitual que los Frailes Menores cuando iban a la ciudad de Coímbra a mendigar limosnas, se acercarán hasta la hospedería de Monasterio de la Santa Cruz y golpearán en su puerta solicitando ayuda; desde el monasterio, los canónigos les atendían con generosidad, socorriendo aquella vida de pobreza, que practicaban los frailes menores.
De esta forma, Fernando conoció a los cinco misioneros que Francisco, el Patriarca de Asís envió a Marruecos para predicar la fe cristiana a los sarracenos. Estos misioneros (Berardo de Corbio, Pedro de San Geminiano, Otón, Adjuto y Acúrsio) permanecieron unos días en Santa Cruz, ya que habían acudido a saludar a Doña Urraca, que como dijimos era protectora de la Orden de los Frailes Menores.
Estos cinco frailes Traian el corazón transbordado de entusiasmo, con una santa y heroica despreocupación, menos atentos a preparar su empresa según las reglas de la prudencia humana, que en derramar su sangre por Cristo. Fernando, atraído desde su infancia por la idea del martirio, quedó conmovido con este sublime ejemplo. Con mucha añoranza les vio partir...
Cuando predicaban en Marruecos, fueron detenidos y enviados a Ceuta con orden de ser embarcados para Europa, pero ellos, que no querían abandonar el país, donde esperaban alcanzar la palma del martirio, aprovechando un descuido de los guardias, se escaparon y prosiguieron con su peligroso apostolado.
Dios no tardó en atender sus deseos; un día se encontraron con Miramolim y éste no contuvo su cólera y los envió al suplicio; después de intentar arrancarles una adjuración, les cortaron las cabezas. Era el 16 de Enero de 1220.
El infante Don Pedro, que se encontraba en Marruecos, consiguió recoger los despojos y trasladarlos a Coímbra, donde, las relíquias, fueron recibidas con las mayores honras y entre manifestaciones de alegría y devoción, quedando depositadas en el Monasterio de la Santa Cruz, en presencia del Rey, la Reina y una multitud de personas.
La entrada solemne en Santa Cruz de las relíquias de los cinco mártires impresionó profundamente al joven Fernando, que, ahora, codiciaba esa suerte. ¿Cómo alcanzar semejante felicidad? Nuestro Santo sólo encontraba un camino: renunciar a la vida estable en su monasterio e ingresar en la Orden seráfica.
Ingreso en la milícia de San Francico
Expuso filialmente sus pensamientos al superior, que, a pesar del dolor que les causaba la partida de un religioso tan notable, los canónigos regulares vieron en aquellas aspiraciones la obra de la gracia y se inclinaron ante la voluntad divina, autorizando generosamente a que Fernando pasara a formar parte de la milicia franciscana.
Comité de Redacción
[1] San Antonio de Padua – P. Thomas de Saint-Laurent – Editado por EL PAN DE LOS POBRES.
[2] Sermones dominicales y festivos – Introducción – Murcia 1995.
[3] Hija del Rey Alfonso VIII de Castilla, casada con el Príncipe Alfonso (futuro Alfonso II) de Portugal.