Sexta invocación
6. Oh querido Santo, que intercedes para que tantos enfermos recuperen la salud, ayúdame a sanar de la culpa y de las malas inclinaciones.
El Santo Papa Juan Pablo II decía que los santuarios son las clínicas del alma. Esto se advierte en modo particular en la basílica de Padua, donde se veneran los restos mortales del Santo.
Es interesante que la primera oración litúrgica de san Antonio, es el Si quaeris (Si buscas), compuesto por fray Julián de Spira y dice así: Si buscas milagros mira/ muerte y error desterrados/ miseria y demonios huídos/ leprosos y enfermos sanos.
Son innumerables los milagros y las gracias obtenidas por intercesión del Santo mientras estaba vivo y después de su muerte hasta nuestros días.
La sexta invocación, con gran sabiduría, pide la gracia de ser curados de la peor de las enfermedades, el pecado (la culpa) y de las tentaciones y de la concupiscencia (las malas inclinaciones).
En efecto, san Antonio dice que "la destrucción y la enfermedad del género humano fue el pecado de Adán, el cual consiste en la gula, la vanagloria y la avaricia. Estos tres pecados se encuentran descritos en el Génesis: "Dice la serpiente a la mujer: el día que comeréis de este fruto se abrirán vuestros ojos", he aquí la gula, "seréis como dioses", he aquí la vanagloria; "conoceréis el bien y el mal", he aquí la avaricia. Estas fueron las tres lanzas con que fue matado Adán junto con sus hijos (los descendientes)".
Y recuerda cuál es la medicina que puede sanar los efectos del pecado: "El pecado mortal entra en el alma a través de los sentidos del cuerpo, pero es expulsado por medio de la medicina, o sea, con el lamento y la penitencia".
El hombre prudente, continúa nuestro Santo, cuando se siente oprimido por la epidemia del pecado, nunca rechaza tomar aquella medicina (la penitencia) por amarga que sea, porque a través de la ingestión de dicha bebida amarga se llega a la alegría de la sanación. Es una gran estupidez perder la salud y arriesgar la muerte, rechando un poco de amargura. "¡Malo, malo! dice el comprador y cuando se va, se felicita" (Pr 20, 14). También el enfermo repite: Esta bebida es demasiado desagradable de beber, pero cuando la enfermedad lo ha dejado entonces se ufanará. Y también así hace el pecador que dice: La penitencia es amarga, pero cuando el alma quede purificada de la culpa, se alegrará en la gloria celeste".
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!» (Lc 18, 35 ss) gritó el ciego de Jericó. Nosotros cómo el ciego, sabemos que sin Jesús no podemos hacer nada: Él mismo nos lo dijo en la última cena, por eso, confiadamente pedimos a san Antonio el "siervo bueno y fiel" de Jesús: ¡Ayúdame a sanar de la culpa y de las malas inclinaciones!. Ayúdame a reconocer la tentación para poder prepararme a la lucha. Ayúdame a purificar mi corazón de todo lo que lo pueda alejar de Dios y de su proyecto de amor infinito para conmigo. Ayúdame a ayudar a los demás para que puedan descubrir la belleza de una vida saludable, vivida en la gracia de Dios. Amén.